miércoles, 4 de diciembre de 2013

"Me apretó, jaló y lastimó mi cuello en 1988..." Rain Man

Hay películas que te marcan de por vida, no necesariamente porque sea una película hecha para causar un impacto. A veces uno ve una película en el momento adecuado. Rain Man es una película que quizás no ha superado la prueba del tiempo, pero que para mí fue una película que me ayudó a averiguar cosas muy importantes de mi persona a través de este personaje que vive en su propio mundo y tiene un orden para protegerse del mundo en el que está. Rain Man cuenta la historia de Charlie Babbitt (Tom Cruise), un joven vendedor de coches egoísta que va al funeral de su padre (que no había visto en 10 años) esperando una gran herencia, pero todo lo que le deja su padre (un hombre que nunca conocemos, pero nos da la impresión que era frío y estricto) es un Buick 49 que prácticamente sepultó la poca relación que tenían y unas rosas premiadas en la cochera. La casa y todos sus otros bienes que vales 3 millones de dólares han sido encargados con el Dr. Bruner (Gerald R. Molen), el dueño de un hospital psiquiátrico donde está internado Raymond (Dustin Hoffman), un hombre autista que resulta ser el hermano mayor de Charlie, un hermano que nunca conoció. Charlie quiere lo que le toca de la herencia y para asegurarse de conseguirla, saca a Raymond de su instituto y lo mantiene como rehén hasta que Bruner le pague lo que le toca.
Esto lleva a un viaje por la carretera de Cincinatti a Los Ángeles, ya que Raymond no vuela y tiene otras peculiaridades que alargan el viaje (tiene que estar frente a una tele para ciertos programas, no sale cuando llueve. Cualquiera probablemente dejaría a Raymond aventado en la carretera, pero Charlie quiere su dinero y en el camino va descubriendo cosas de su papá que nunca sabía, cosas que le permiten recapacitar y darse cuenta que él nunca ha querido a alguien lo suficiente para recibir el cariño que quiere. La trama no es nada complicada, pero lo que resalta en esta cinta es el manejo del tema del autismo y como esta película dio a conocer este padecimiento. Muchas de las escenas son hechas para resaltar las habilidades de un autista. Esto incluye una visita a un doctor en un pueblo que nos muestra que la mente de Raymond funciona como una calculadora (hace operaciones complicadas en su cabeza) y que tiene una memoria prodigiosa (se aprende las canciones en un jukebox con solo verlas una vez, y tiene información de todos los choques de avión memorizados). También muchas escenas resaltan sus limitaciones. No entiende la comedia (tiene memorizada la rutina de Who’s On First, pero no entiende que es un chiste), no entiende el concepto del dinero, tiene que desayunar hot cakes los martes y estar en la cama a las 11:00, y cuando algo le molesta, no se sabe callar.
Dustin Hoffman se ganó un Óscar por interpretar a Raymond. Él es uno de mis actores favoritos, parte por la precisión y el compromiso que le otorga a cada personaje, así como la realidad que le aporta a sus actuaciones. Raymond requiere de varios trucos actorales que destacan una “actuación”, pero Hoffman sabe cómo hacer que se sientan auténticas. Hoffman no desperdicia ningún detalle (claro, el guion le da mucho que hacer en cuánto a detalles, pero este es un actor que los aprovecha). Tom Cruise está en desventaja, no solo por tener a Hoffman de compañero en la mayoría de sus escenas, también por estar interpretando a un personaje que tiende a ser desagradable. Cabe resaltar que Cruise se compromete a que este personaje sea desagradable sin suavizarlo, pero le da en el fondo un enojo real y relevante que ayuda a que el público quiera verlo cambiar. Ayuda que la película tiene al fantasma de Sanford Babbit (el papá de ambos personajes) muy presente en la vida de estos personajes. Aunque nunca lo conocemos, vamos conociéndolo a través de los recuerdos de estos dos personajes, y nos damos cuenta que era un hombre que se quedó solo a criar a sus hijos (su madre murió cuando Charlie  tenía 2 años) y nunca supo como mostrar amor, pero que quiso mucho a sus dos hijos (cuando Charlie se da cuenta porqué mandaron institucionalizar a Raymond es de las escenas más conmovedoras de la película, y muestra por qué estos dos forman buena mancuerna).
Donde empieza a sentirse algo pesado el guion de Ronald Bass y Barry Morrow es en cómo pone a muchos personajes a reaccionar a Raymond, creando situaciones incómodas que llegan a ser chistosas, pero algunas acaban siendo muy exageradas. Esto incluye un momento cuando una prostituta habla con Raymond y él piensa que lo está invitando a salir, o una escena cuando Raymond se para a la mitad de la calle cuando la señal dice “no camine” y un camionero sale a moverlo, o un encuentro en el que Charlie le pregunta a una familia en medio de la carretera si Raymond puede ver su programa en su casa. Los momentos más atinados son los que dejan a Charlie y Raymond solos en el coche, interactuando, desde el principio cuando a Charlie le molesta todo lo que hace su hermano, hasta una escena hermosa en un cuarto en Las Vegas en la que le enseña a bailar. La trama está manejada de manera que se siente todo muy dicho (Charlie hasta tiene un monólogo en el que dice cómo ha cambiado en el viaje, un monólogo que solo funciona por la sinceridad con la que lo dice Tom Cruise), pero a pesar de todo esto, el director Barry Levinson mantiene un tono relativamente ligero que hace que la película sea muy entretenida y nos ofrece este punto de vista muy único a un personaje que ve el mundo de una manera diferente, pero también nos ofrece el punto de vista de otro personaje que aprende a ver cómo él ve.

Yo vi la película por primera vez a los 13 años y me empecé a reconocer en mucho de lo que hace Raymond (me diagnosticaron con Síndrome de Asperger, que es un autismo más leve, ver esta película fue una de muchas cosas que mis papás hicieron para prepararme), por eso esta película significa mucho para mí. Esta clase de películas, aunque no siempre están hechas con el mejor tacto, exponen al mundo a que hay gente diferente, gente que percibe el mundo de otra manera, gente que a veces requiere ser tratada de otra manera, pero que igual pueden funcionar en este mundo. Al final de todo, Raymond sigue siendo autista, pero logró conectarse con alguien y eso es un logro para un hombre que llevaba 25 años en un instituto viendo a la misma gente, comiendo la misma comida y haciendo las mismas labores todos los días. Estos días el autismo se conoce mejor, se estudia más y se reconocen más grados, pero en 1988 (el año que yo nací, por cierto) no era tan conocido el término y esta película (que además fue la más taquillera de su año y ganó el Óscar a la Mejor Película) fue un paso hacia hacer que el autismo sea mejor conocido para el público en general. Además que fuera de eso, es una historia conmovedora, chistosa y muy humana.

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