viernes, 13 de diciembre de 2013

"Duermes un tercio de tu vida...." Lost in Translation

En la vida hay pausas. No, esto no significa que el tiempo se detiene, pero a veces nos tomamos una pausa del caos de nuestra vida cotidiana para contemplar si estamos satisfechos (la mayoría del tiempo nadie lo está, porque si uno está satisfecho, ¿para qué sigue viviendo?) y ver qué sigue. Estas pausas típicamente suceden lejos de nuestro hogar, donde no está nadie de la gente que frecuentamos, o en algunos casos nadie habla el mismo idioma que tú. Estas pausas son para alejarse de todo y meditar si uno está feliz. Puede que una película que se trate exclusivamente de una de estas pausas no suene muy emocionante, pero eso es justo lo que Sofia Coppola se aventó a hacer en esta película que la lanzó a ser alabada por la crítica (ya que antes de esto era famosa por dar la peor actuación en El Padrino 3) y a establecerse como una voz diferente en el mundo del cine independiente. Su estilo no es para todos, ya que tiende a hacer películas donde no pasa mucho (algunos dirían que nada) y no se mete muy a fondo en la mente de sus personajes, pero entendiendo todo esto, es un estilo al que uno se puede acostumbrar y hasta llegar a apreciar.
Bob Harris (Bill Murray) es un actor cincuentón que está en Tokyo grabando un comercial para un whisky. Lleva casado 25 años, su esposa no deja de molestarlo con cosas triviales y él necesita este momento para alejarse de todo eso. Charlotte (Scarlett Johansson) está en Tokyo acompañando a su esposo fotógrafo (Giovanni Ribisi) en un trabajo, pero ella pasa la mayoría de su tiempo sola en su cuarto de hotel. Charlotte acaba de terminar la carrera, se casó joven, y ahora no sabe qué sigue con su vida. Bob y Charlotte se conocen en el bar del hotel, empiezan a platicar y se van viendo en la semana que pasan los dos en Tokyo antes de que Bob tenga que regresar. En términos de trama, eso es básicamente todo lo que sucede, pero al mismo tiempo sucede mucho más que eso. La película trata de dos personas que se encuentran en lugares muy distintos en la vida, pero en el mismo lugar. Ambos se sienten atorados en qué hacer después, en sus matrimonios, en sus vidas laborales, en sus relaciones con la gente que conocen, y se apoyan el uno en el otro para aprovechar esta pausa en sus vidas antes de despedirse y regresar a lo que les toca regresar.
Primero que nada, esta película depende de la química de los dos actores principales, cosa que es uno de muchos aciertos. Murray y Johansson, a pesar de su diferencia de edad, tienen una química radiante. Esas escenas cuando son nada más ellos dos corriendo por las calles de Tokyo, sentados juntos en el bar del hotel, parados juntos en el elevador, cualquiera que vea estas escenas sin una sonrisa en la cara no tiene alma. Murray es un cómico que ha perfeccionado una expresión casi vacía que usa para efecto cómico, aquí la usa para mostrarnos a un hombre que mira su vida y la ve vacía, no porque no quiera a sus hijos y no disfrute, sino porque ya se cansó de la vida que tiene. Como cualquier buen actor, Murray se entrega a las emociones de su personaje, particularmente en una escena en la que le describe a Charlotte lo que es tener hijos. Se ve que este monólogo le está saliendo de algún lugar más allá de su personaje, y lo usa para que sintamos lo que siente Bob. En cuanto a Scarlett Johansson, además de que es de las mujeres más bellas que he visto en una pantalla (y no me da pena decirlo), tiene un control de su carisma y una habilidad de crear un personaje muy cálido y conmovedor a través de gestos. Ella no tiene un momento actoral como el que tiene Murray, pero aprovecha todo lo que le dan y todo lo que llega a crear a través de su química con Murray.
Mucho del humor en esta cinta (aunque no lo crean, es clasificada como comedia, aunque se puede dar a entender como drama también) viene de las interacciones que tienen Bob y Charlotte con la gente de Tokyo, que incluye un director que parece estar diciendo mucho, pero cuando se lo traducen a Bob es muy poco (las reacciones de Murray en esas escenas son muy acertadas), o un viejo en un hospital que le trata de decir algo a Bob que él trata descifrar. Se puede decir que este humor se basa demasiado en estereotipos, y puede que sea cierto, pero como la película es contada del punto de vista de Bob y Charlotte, Coppola toma la decisión acertada de no profundizar mucho a los demás personajes. Se va un poco más profundo con John, el esposo de Charlotte, ya que es necesario entender la relación que tienen, y aunque nada más oímos su voz, también tenemos una idea de quién es la esposa de Bob. Otro personaje que es prácticamente un estereotipo es Kelly (Anna Farris), una actriz que está en Tokyo promocionando una película, y es una parodia del la “rubia bruta” estilo Cameron Diaz, pero Farri le saca tanto jugo a ese personaje que acaba divirtiendo mucho. Coppola basa muchas de sus historias en este mundo que conoce, el mundo de gente de cine y teatro que viaja y les pagan millones para quedarse en los mejores hoteles, pero que aún tienen preocupaciones humanas (algunos dirán que limita demasiado su punto de vista, pero al exponer un mundo que el resto de nosotros solo nos imaginamos, le da una intimidad muy conmovedora a sus películas).

Al final del día, esta es la historia de Bob y Charlotte, dos personas que en lo que toman una pausa de sus vidas, se conocen y arman una relación que nunca se acaba de definir. Nunca llega a ser una relación sexual y no sabemos si en algún momento llega a ser una relación romántica (su luminosa química sugiere que sí, pero nunca oímos que lo digan). Es una película con poco diálogo, porque es tan importante lo que estos personajes dicen como lo que no dicen, lo que no se atreven o no pueden decirse (o no oímos, ya que hay una escena hermosa en la que Bob le dice algo en secreto a Charlotte, muchos fans han pasado los últimos diez años tratando de descifrarlo). Es una semana en la que no pasa mucho, pero para estas dos personas, en esta semana pasó todo y no sabemos cómo van a llevar lo que adquirieron del uno al otro a sus vidas en casa, pero no necesitamos saberlo. Eso lo deciden ellos, y a nosotros solo nos invitaron a acompañarlos en esta pausa que le dieron a su vida, este momento en el que cambia todo o nada, en el que saben que van a o volver a sus vidas y vivirlas como siempre, o a hacer algo diferente. Así como es importante tener a alguien que nos acompañe en los grandes momentos, es tal vez aún más importante ser acompañados cuando estamos decidiendo qué sigue.





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