
En la vida hay pausas. No, esto no significa que el tiempo
se detiene, pero a veces nos tomamos una pausa del caos de nuestra vida
cotidiana para contemplar si estamos satisfechos (la mayoría del tiempo nadie
lo está, porque si uno está satisfecho, ¿para qué sigue viviendo?) y ver qué
sigue. Estas pausas típicamente suceden lejos de nuestro hogar, donde no está
nadie de la gente que frecuentamos, o en algunos casos nadie habla el mismo idioma
que tú. Estas pausas son para alejarse de todo y meditar si uno está feliz.
Puede que una película que se trate exclusivamente de una de estas pausas no
suene muy emocionante, pero eso es justo lo que Sofia Coppola se aventó a hacer
en esta película que la lanzó a ser alabada por la crítica (ya que antes de
esto era famosa por dar la peor actuación en El Padrino 3) y a establecerse
como una voz diferente en el mundo del cine independiente. Su estilo no es para
todos, ya que tiende a hacer películas donde no pasa mucho (algunos dirían que
nada) y no se mete muy a fondo en la mente de sus personajes, pero entendiendo
todo esto, es un estilo al que uno se puede acostumbrar y hasta llegar a
apreciar.
Bob Harris (Bill Murray) es un actor cincuentón que está en
Tokyo grabando un comercial para un whisky. Lleva casado 25 años, su esposa no
deja de molestarlo con cosas triviales y él necesita este momento para alejarse
de todo eso. Charlotte (Scarlett Johansson) está en Tokyo acompañando a su
esposo fotógrafo (Giovanni Ribisi) en un trabajo, pero ella pasa la mayoría de
su tiempo sola en su cuarto de hotel. Charlotte acaba de terminar la carrera,
se casó joven, y ahora no sabe qué sigue con su vida. Bob y Charlotte se
conocen en el bar del hotel, empiezan a platicar y se van viendo en la semana
que pasan los dos en Tokyo antes de que Bob tenga que regresar. En términos de
trama, eso es básicamente todo lo que sucede, pero al mismo tiempo sucede mucho
más que eso. La película trata de dos personas que se encuentran en lugares muy
distintos en la vida, pero en el mismo lugar. Ambos se sienten atorados en qué
hacer después, en sus matrimonios, en sus vidas laborales, en sus relaciones
con la gente que conocen, y se apoyan el uno en el otro para aprovechar esta
pausa en sus vidas antes de despedirse y regresar a lo que les toca regresar.

Primero que nada, esta película depende de la química de los
dos actores principales, cosa que es uno de muchos aciertos. Murray y Johansson,
a pesar de su diferencia de edad, tienen una química radiante. Esas escenas
cuando son nada más ellos dos corriendo por las calles de Tokyo, sentados
juntos en el bar del hotel, parados juntos en el elevador, cualquiera que vea
estas escenas sin una sonrisa en la cara no tiene alma. Murray es un cómico que
ha perfeccionado una expresión casi vacía que usa para efecto cómico, aquí la
usa para mostrarnos a un hombre que mira su vida y la ve vacía, no porque no
quiera a sus hijos y no disfrute, sino porque ya se cansó de la vida que tiene.
Como cualquier buen actor, Murray se entrega a las emociones de su personaje,
particularmente en una escena en la que le describe a Charlotte lo que es tener
hijos. Se ve que este monólogo le está saliendo de algún lugar más allá de su
personaje, y lo usa para que sintamos lo que siente Bob. En cuanto a Scarlett
Johansson, además de que es de las mujeres más bellas que he visto en una
pantalla (y no me da pena decirlo), tiene un control de su carisma y una
habilidad de crear un personaje muy cálido y conmovedor a través de gestos.
Ella no tiene un momento actoral como el que tiene Murray, pero aprovecha todo
lo que le dan y todo lo que llega a crear a través de su química con Murray.
Mucho del humor en esta cinta (aunque no lo crean, es
clasificada como comedia, aunque se puede dar a entender como drama también)
viene de las interacciones que tienen Bob y Charlotte con la gente de Tokyo,
que incluye un director que parece estar diciendo mucho, pero cuando se lo
traducen a Bob es muy poco (las reacciones de Murray en esas escenas son muy
acertadas), o un viejo en un hospital que le trata de decir algo a Bob que él
trata descifrar. Se puede decir que este humor se basa demasiado en
estereotipos, y puede que sea cierto, pero como la película es contada del punto
de vista de Bob y Charlotte, Coppola toma la decisión acertada de no
profundizar mucho a los demás personajes. Se va un poco más profundo con John,
el esposo de Charlotte, ya que es necesario entender la relación que tienen, y
aunque nada más oímos su voz, también tenemos una idea de quién es la esposa de
Bob. Otro personaje que es prácticamente un estereotipo es Kelly (Anna Farris),
una actriz que está en Tokyo promocionando una película, y es una parodia del
la “rubia bruta” estilo Cameron Diaz, pero Farri le saca tanto jugo a ese
personaje que acaba divirtiendo mucho. Coppola basa muchas de sus historias en
este mundo que conoce, el mundo de gente de cine y teatro que viaja y les pagan
millones para quedarse en los mejores hoteles, pero que aún tienen
preocupaciones humanas (algunos dirán que limita demasiado su punto de vista,
pero al exponer un mundo que el resto de nosotros solo nos imaginamos, le da
una intimidad muy conmovedora a sus películas).

Al final del día, esta es la historia de Bob y Charlotte,
dos personas que en lo que toman una pausa de sus vidas, se conocen y arman una
relación que nunca se acaba de definir. Nunca llega a ser una relación sexual y
no sabemos si en algún momento llega a ser una relación romántica (su luminosa
química sugiere que sí, pero nunca oímos que lo digan). Es una película con
poco diálogo, porque es tan importante lo que estos personajes dicen como lo
que no dicen, lo que no se atreven o no pueden decirse (o no oímos, ya que hay
una escena hermosa en la que Bob le dice algo en secreto a Charlotte, muchos
fans han pasado los últimos diez años tratando de descifrarlo). Es una semana
en la que no pasa mucho, pero para estas dos personas, en esta semana pasó todo
y no sabemos cómo van a llevar lo que adquirieron del uno al otro a sus vidas
en casa, pero no necesitamos saberlo. Eso lo deciden ellos, y a nosotros solo
nos invitaron a acompañarlos en esta pausa que le dieron a su vida, este
momento en el que cambia todo o nada, en el que saben que van a o volver a sus
vidas y vivirlas como siempre, o a hacer algo diferente. Así como es importante
tener a alguien que nos acompañe en los grandes momentos, es tal vez aún más
importante ser acompañados cuando estamos decidiendo qué sigue.
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