
Como cinéfilo les puedo decir que no hay nada como descubrir
el cine. Es algo mágico sentarse en ese cuarto oscuro, mirar esa pantalla y ver
cosas que uno no ve en la vida real. Ver criaturas que según el mundo en el que
vivimos, no existen. Aunque el cine también se usa para reflejar el mundo en el
que vivimos a través de historias e imágenes, no hay nada como descubrir el
cine por primera vez y perderse en las imágenes que uno encuentra en la
pantalla. Seguro todo recordamos ese sentimiento de ver una película y
preguntarse de dónde sale esa magia y cómo se puede re-crear. Eso lleva a que
muchos quieran experimentar con el cine y contar su propia historia que le
llegue a tanta gente y saber que de alguna manera, ellos saben que crearon esa
magia. Seguro fue por eso que Martin Scorsese, uno de los directores de mayor
reconocimiento trabajando hoy en día, sintió cuando decidió dedicarse hacer
cine y en esta película re-crea la experiencia no nada más de descubrir el
cine, sino de descubrir lo que hay detrás del cine. Esta es, hasta la fecha, la
única película que ha dirigido que es apta para un público infantil y a través
de eso ofrece su propia carta de amor a lo que hace y a lo que quiere
transmitir.
Hugo Cabret (Asa Butterfield) es un huérfano que vive en una
estación de trenes y se dedica a darle cuerda a los relojes sin que nadie se dé
cuenta que ahí está. Vive escondiéndose del Inspector de la Estación (Sacha
Baron Cohen) y robándose lo que necesita para sobrevivir. El resto del tiempo
lo pasa arreglando un robot que le dejó su padre (Jude Law) antes de morir en
un incendio, pero necesita una llave muy específica. Está por encontrar la
última pieza del rompecabezas cuando en la estación conoce a Georges Méllies
(Ben Kingsley), un viejo vendedor de juguetes mecánicos que le quita el
cuaderno a Hugo y con la ayuda de Isabelle (Chloe Grace Moretz), la ahijada de
Méllies, encuentra lo que está detrás de ese robot y quién es este viejo en
realidad. Claro, cualquiera que reconozca el nombre Georges Méllies seguro
sabrá cuál es el gran secreto antes que nadie, pero eso no le quita nada a la
magia de la película, al asombro que siente uno al ver esos brotes de
imaginación realizados.

Voy a empezar con algunos de los problemas que tiene esta
película, que no son pocos. El guión de John Logan es, para ser franco,
bastante problemático, más que nada con lo obvio que es. Se la pasa reforzando características
de personajes que ya quedan claras desde el principio. Esto es un problema
principalmente con Isabelle, ya que no dejan de reforzar que esta niña lee todo
el tiempo y tiene buen vocabulario, cosa que enriquece a su personaje, pero se
siente como si los guionistas siguen diciendo “mira, se sabe esta palabra” o “mira,
leyó este libro” con toda la sutileza de un martillo. Otro personaje
problemático es el Inspector, ya que es un personaje simpático al que le
tenemos cierta empatía, pero su función es ser el villano de la película. Eso
le quita mucho impacto a la secuencia final donde el Inspector persigue a Hugo
por la estación. Éste personaje no da el miedo necesario para que esa secuencia
tenga el impacto que se requiere. Es una película que se apoya mucho en que los
personajes digan las cosas en vez de hacerlas, y a la mitad de la película
introducen a un personaje que es experto en cine, solo para que nos quede claro
de se trata todo, que aunque es un personaje interpretado por Michael Stuhlbarg
(un actor que admiro mucho), se siente más como una solución fácil para llegar
al clímax más rápido. Y, aunque el diseño es maravilloso (y hay muchas partes que
están hechas a computadora que tal vez no se noten la primera vez que se ven),
se siente algo apachurrado, particularmente en la estación de tren (un lugar
que debería estar tan abierto a las posibilidades de lo que uno puede
encontrar).
Aún con todos estos problemas, lo que sobresale es el amor
que le tiene Scorsese al cine. Las escenas en las que Hugo e Isabelle van
descubriendo quién es Georges Méllies y oyen las historias de sus películas son
las que hacen que la película cobre vida, particularmente cuando vemos lo que
era estar en un set con este director, divirtiéndose con sus actores y creando
ilusiones como el mejor de los magos. También ayuda tener a Ben Kingsley
interpretando a Méllies, que aún en sus momentos de depresión se come al resto
del elenco. Kingsley está tan comprometido con el espíritu del papel que al
principio uno lo odia, pero luego cuando va descubriendo su dolor, no quiere
más que ver ese corazón arreglado (claro, para los que conocen la famosa
película de Méllies, Un Viaje a la Luna, les da esa ventaja). Asa Butterfield
como Hugo lo hace bien, aunque en muchos instantes uno se da cuenta que está
siendo dirigido y no sacando al personaje de su interior. Y, aún con lo problemático que es su personaje (y lo mucho
que yo detesto a Borat), Sacha Baron Cohen le saca bastante jugo al personaje
del Inspector, a su manera de hablar, a varios detalles picarescos y aún más a
su enamoramiento con una vendedora de flores (interpretada por Emily Mortimer,
un papel pequeño, pero adorable). Otra que destaca es Helen McCrory como la
esposa de Méllies, una señora que hace mucho había olvidado lo mucho que le
gustaba ser parte de las aventuras de su marido y cómo lo va re-descubriendo
(esa es una historia de amor que no necesita escenas románticas, ya que
Kingsley y McCrory lo venden todo con sus interacciones.

Martin Scorsese, además de ser un gran cineasta, es un
amante del cine y es uno de los principales apoyadores de la preservación del
cine viejo. Se ve que Scorsese aprendió mucho de cine al ver cine, al ver
películas de sus ídolos y esta es su carta de amor a hacer lo que le encanta hacer.
Aunque tiene sus problemas, una cosa que es obvia es que se hizo con mucho
amor. Se hizo con un cariño que no se ve en muchas películas y es una de esas
películas que te enamores una vez más con el cine, y más en estos días cuando
sentimos que ya lo vimos todo y ya nada nos puede sorprender. Más que eso, esta
historia nos dice que todos tenemos algo que hacer en este mundo, sea algo
pequeño como limpiar el reloj en una estación de trenes, o algo grande como
contar historias que inspiren a los demás. Esta película trata de un niño que
repara el corazón de un hombre que hace mucho había dejado de creer que tiene
en sí el poder de inspirar a la gente, y no hay nada más triste que una persona
que no cree en sí misma. Aunque Georges Méllies existió y sus películas se
siguen viendo alrededor del mundo (yo vi una de sus películas en dos clases de
cine en la prepa y la carrera), esta historia es ficticia, pero eso no le quita
el poder que tienen sus imágenes y el cariño que se le aplicó al filmarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario