martes, 10 de diciembre de 2013

"Los finales felices solo suceden en las películas" Hugo

Como cinéfilo les puedo decir que no hay nada como descubrir el cine. Es algo mágico sentarse en ese cuarto oscuro, mirar esa pantalla y ver cosas que uno no ve en la vida real. Ver criaturas que según el mundo en el que vivimos, no existen. Aunque el cine también se usa para reflejar el mundo en el que vivimos a través de historias e imágenes, no hay nada como descubrir el cine por primera vez y perderse en las imágenes que uno encuentra en la pantalla. Seguro todo recordamos ese sentimiento de ver una película y preguntarse de dónde sale esa magia y cómo se puede re-crear. Eso lleva a que muchos quieran experimentar con el cine y contar su propia historia que le llegue a tanta gente y saber que de alguna manera, ellos saben que crearon esa magia. Seguro fue por eso que Martin Scorsese, uno de los directores de mayor reconocimiento trabajando hoy en día, sintió cuando decidió dedicarse hacer cine y en esta película re-crea la experiencia no nada más de descubrir el cine, sino de descubrir lo que hay detrás del cine. Esta es, hasta la fecha, la única película que ha dirigido que es apta para un público infantil y a través de eso ofrece su propia carta de amor a lo que hace y a lo que quiere transmitir.
Hugo Cabret (Asa Butterfield) es un huérfano que vive en una estación de trenes y se dedica a darle cuerda a los relojes sin que nadie se dé cuenta que ahí está. Vive escondiéndose del Inspector de la Estación (Sacha Baron Cohen) y robándose lo que necesita para sobrevivir. El resto del tiempo lo pasa arreglando un robot que le dejó su padre (Jude Law) antes de morir en un incendio, pero necesita una llave muy específica. Está por encontrar la última pieza del rompecabezas cuando en la estación conoce a Georges Méllies (Ben Kingsley), un viejo vendedor de juguetes mecánicos que le quita el cuaderno a Hugo y con la ayuda de Isabelle (Chloe Grace Moretz), la ahijada de Méllies, encuentra lo que está detrás de ese robot y quién es este viejo en realidad. Claro, cualquiera que reconozca el nombre Georges Méllies seguro sabrá cuál es el gran secreto antes que nadie, pero eso no le quita nada a la magia de la película, al asombro que siente uno al ver esos brotes de imaginación realizados.
Voy a empezar con algunos de los problemas que tiene esta película, que no son pocos. El guión de John Logan es, para ser franco, bastante problemático, más que nada con lo obvio que es. Se la pasa reforzando características de personajes que ya quedan claras desde el principio. Esto es un problema principalmente con Isabelle, ya que no dejan de reforzar que esta niña lee todo el tiempo y tiene buen vocabulario, cosa que enriquece a su personaje, pero se siente como si los guionistas siguen diciendo “mira, se sabe esta palabra” o “mira, leyó este libro” con toda la sutileza de un martillo. Otro personaje problemático es el Inspector, ya que es un personaje simpático al que le tenemos cierta empatía, pero su función es ser el villano de la película. Eso le quita mucho impacto a la secuencia final donde el Inspector persigue a Hugo por la estación. Éste personaje no da el miedo necesario para que esa secuencia tenga el impacto que se requiere. Es una película que se apoya mucho en que los personajes digan las cosas en vez de hacerlas, y a la mitad de la película introducen a un personaje que es experto en cine, solo para que nos quede claro de se trata todo, que aunque es un personaje interpretado por Michael Stuhlbarg (un actor que admiro mucho), se siente más como una solución fácil para llegar al clímax más rápido. Y, aunque el diseño es maravilloso (y hay muchas partes que están hechas a computadora que tal vez no se noten la primera vez que se ven), se siente algo apachurrado, particularmente en la estación de tren (un lugar que debería estar tan abierto a las posibilidades de lo que uno puede encontrar).
Aún con todos estos problemas, lo que sobresale es el amor que le tiene Scorsese al cine. Las escenas en las que Hugo e Isabelle van descubriendo quién es Georges Méllies y oyen las historias de sus películas son las que hacen que la película cobre vida, particularmente cuando vemos lo que era estar en un set con este director, divirtiéndose con sus actores y creando ilusiones como el mejor de los magos. También ayuda tener a Ben Kingsley interpretando a Méllies, que aún en sus momentos de depresión se come al resto del elenco. Kingsley está tan comprometido con el espíritu del papel que al principio uno lo odia, pero luego cuando va descubriendo su dolor, no quiere más que ver ese corazón arreglado (claro, para los que conocen la famosa película de Méllies, Un Viaje a la Luna, les da esa ventaja). Asa Butterfield como Hugo lo hace bien, aunque en muchos instantes uno se da cuenta que está siendo dirigido y no sacando al personaje de su interior. Y, aún con lo  problemático que es su personaje (y lo mucho que yo detesto a Borat), Sacha Baron Cohen le saca bastante jugo al personaje del Inspector, a su manera de hablar, a varios detalles picarescos y aún más a su enamoramiento con una vendedora de flores (interpretada por Emily Mortimer, un papel pequeño, pero adorable). Otra que destaca es Helen McCrory como la esposa de Méllies, una señora que hace mucho había olvidado lo mucho que le gustaba ser parte de las aventuras de su marido y cómo lo va re-descubriendo (esa es una historia de amor que no necesita escenas románticas, ya que Kingsley y McCrory lo venden todo con sus interacciones.

Martin Scorsese, además de ser un gran cineasta, es un amante del cine y es uno de los principales apoyadores de la preservación del cine viejo. Se ve que Scorsese aprendió mucho de cine al ver cine, al ver películas de sus ídolos y esta es su carta de amor a hacer lo que le encanta hacer. Aunque tiene sus problemas, una cosa que es obvia es que se hizo con mucho amor. Se hizo con un cariño que no se ve en muchas películas y es una de esas películas que te enamores una vez más con el cine, y más en estos días cuando sentimos que ya lo vimos todo y ya nada nos puede sorprender. Más que eso, esta historia nos dice que todos tenemos algo que hacer en este mundo, sea algo pequeño como limpiar el reloj en una estación de trenes, o algo grande como contar historias que inspiren a los demás. Esta película trata de un niño que repara el corazón de un hombre que hace mucho había dejado de creer que tiene en sí el poder de inspirar a la gente, y no hay nada más triste que una persona que no cree en sí misma. Aunque Georges Méllies existió y sus películas se siguen viendo alrededor del mundo (yo vi una de sus películas en dos clases de cine en la prepa y la carrera), esta historia es ficticia, pero eso no le quita el poder que tienen sus imágenes y el cariño que se le aplicó al filmarla.

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