¿Qué es una familia? Parece una pregunta sencilla, ya que tradicionalmente una familia se refiere a un grupo de personas que son unidas por sangre o matrimonio. Los ingredientes típicos son una madre, un padre, uno que otro hermano y tal vez una mascota (eso es sin incluir a todos los tíos, primos y abuelos, pero esos no acostumbran vivir en la misma casa). Esa definición pasa por cambios drásticos cuando se incluyen divorcios, parejas que nunca se casaron e hijos abandonados o dados en adopción que tienen que buscar otras personas con las que puedan armar una familia. Esto le sucedió a Claudia Sainte-Luce y en su película semi-autobiográfica Los Insólitos Peces-Gato cuenta la historia de cómo fue “adoptada” por una familia que la necesitaba tanto como ella necesitaba una familia. Claudia (Ximena Ayala) es una joven huérfana que lleva una vida solitaria. En los primeros minutos de la película vemos lo que es su vida y no hay ningún diálogo. Su vida es silenciosa. No tiene con quién hablar y ni siquiera tiene a alguien que la puede llevar al hospital cuando se le empieza a inflar el apéndice.
En el hospital conoce a Marta (Lisa Owen), una madre de cuatro hijos que tiene SIDA. Marta sabe que no le queda mucho tiempo y está dispuesta a vivir cada día como si fuera su último y por eso se abre a cualquier cosa, incluyendo esta curiosa joven que no tiene a nadie en su vida. La invita a comer a su casa cuando ambas salen del hospital y de ahí, Claudia se va involucrando cada vez más en la vida de Marta y sus cuatro hijos. Su hija mayor Alejandra (Sonia Franco) siente que tiene el peso de toda la familia en sus hombros y le gustaría tener más tiempo para conseguir un novio. La segunda hija Wendy (Wendy Guillén, interpretando una versión de sí misma) se siente invisible, aunque rechaza casi cualquier oportunidad de ser vista como responsable ante su familia. Mariana (Andrea Baeza), la hija más chica, tiene 13 años y entierra sus miedos e inseguridades con las hormonas que vienen con la entrada a la adolescencia. Armando (Alejandro Ramirez-Muñoz) el más chico y el único hombre es el que muestra más el miedo que tiene de perder a su mamá, además que tiene una fascinación muy especial por Claudia.
Es una película de poca trama y casi no tiene giros dramáticos (la enfermedad de Marta se encarga de la mayoría de esos) y por eso es llevada por los personajes. En una película, si los personajes son dinámicos e interesantes, ya tiene el hilo conductor necesario para guiar a la audiencia de momento a momento. Esta familia no es perfecta. Estos hijos pueden llegar a ser egoístas y se pelean más de lo que se abrazan, pero la directora y sus actores logran armar un ambiente en el que se ve que estos personajes llevan conociéndose la mayoría de sus vidas. Se conocen mejor que nadie, así que saben qué les va a hacer reír y qué les va a hacer enojar. Claudia, de cierta manera, está en el lugar de la audiencia, ya que ella está descubriendo a esta familia y encontrando lo que le atrae de estar vinculada con esta gente rara, pero Ximena Ayala logra que ella sea un personaje interesante por sí sola. El guión no nos dice mucho de ella, ya que es callada y se resiste a mostrar sus sentimientos, pero gracias a Ayala vemos en ella una joven que desconfía del mundo y que está acostumbrada a hacer todo por sí sola.
Estos personajes son enriquecidos por los detalles que envuelven su mundo, como su casa y su coche, que se vuelven otro personaje en la historia. La casa es chica, muy apretada para el número de gente que vive en ella y constantemente alimenta el caos en el que viven estos personajes. Su coche es un mini-Volkswagen amarillo en el que caben como en una lata de sardinas. Estos detalles logran, sin tener que ser explícitos, destacar la situación financiera de esta familia que obviamente no es muy buena (dándole una preocupación más al público por esta gente), pero también resulta ser una metáfora de lo unida que es esta familia, aunque no sea por decisión. Están juntos en la misma pecera y es una pecera de la que se quieren escapar de vez en cuando, pero están juntos en ella y tienen que hacer lo mejor que pueden. Esta metáfora se visualiza a través de la película con una pecera que tiene Armando en su cuarto en la que vemos el título que aparentemente no tiene nada que ver con la historia (nunca vemos un pez gato), pero a la vez tiene todo que ver.
Entonces, regresando a la pregunta, ¿qué es una familia? Uno suele pensar en una familia como algo que le sucede y no algo que puede escoger. Uno no escoge a sus padres, ni a sus hermanos, ni a ninguna de esta gente loca que habita su mundo inmediato. Nadie escoge con quién comparte la sangre, pero vamos aprendiendo que una familia no tiene porqué limitarse a eso. Una familia es la gente con la que uno más cuenta. La gente que apoya de cualquier manera necesaria a los miembros de esta familia. Esta gente no siempre es la gente con la que uno comparte lazos sanguíneos y si no puede ser esa gente, no significa que uno debe pasar toda su vida sin una familia. La familia se puede escoger. Se puede armar de partes que uno va encontrando en el camino y se puede adaptar a cualquier modelo que uno vea necesario. Claudia encontró a una familia cuando ya no pensaba que necesitaba una y encontró en ella todo lo que no se había dado cuenta que quería: gente con quién compartir su existencia y una razón para seguir adelante.
The Richter Scale
miércoles, 26 de marzo de 2014
jueves, 20 de febrero de 2014
"Si algo está mal, está mal con la instrucción" 12 Years a Slave
La esclavitud es un tema que se trata muy seguido en el cine
de los Estados Unidos, pero rara vez de la manera que debería tratarse. Esto se
refiere al periodo antes de la Guerra Civil cuando la gente de color era
comprada y vendida como propiedad para trabajar en las casas o en los campos de los estados sureños, y
frecuentemente golpeados y humillados de manera brutal. Muchas películas tratan
esto como un mal que ya no existe y lo usan para celebrar que ya pasamos por
esto y hemos madurado. Lo que el director inglés Steve McQueen hace con este tema es que lo utiliza para explorar lo que
significa ser un esclavo. Lo que significa ser la propiedad de otro hombre y lo
que es no poder defenderse ante un amo que pagó por tenerte y puede hacer
contigo lo que quiera. Para explorar este tema, McQueen eligió contar la
historia de un hombre que tuvo esa libertad y se la arrebataron, cosa que le da
otro enfoque a esta historia, ya que nos cuenta que la libertad, aunque todos
los gobiernos nos digan que es un derecho con el que nacemos, es algo que se
puede perder en un abrir y cerrar de ojos. Nada más hace falta que alguien
cambie las reglas, o que alguien encuentre una manera de quitarte esa libertad.
Basada en su autobiografía, la cinta cuenta la historia de
Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), un violinista que nació y se crío en Nueva
York. Tiene esposa e hijos y vive una vida privilegiada, además que se está
haciendo conocer por su talento con el violín. Esto termina en un día como
cualquiera cuando dos hombres que se hacen pasar por músicos lo emborrachan, lo
secuestran y lo venden a los estados sureños como esclavo, junto con muchos
otros que fueron arrebatados de sus vidas. Solomon intenta zafarse de esta
situación, nada más necesita que alguien escuche su historia, pero cuando se da
cuenta de los abusos que recibe al contar su historia, Solomon decide callarse
la boca y aguantar ser un esclavo hasta que el día que pueda ser liberado. En
sus 12 años como esclavo, le sirve a dos amos; el amable pero muy pragmático
Sr. Ford (Benedict Cumberbatch) y el abusivo alcohólico Edwin Epps (Michael
Fassbender). En el camino conoce a varios otros esclavos, muchos que nacieron
como esclavos y que no tienen una historia que un día podría liberarlos, al
menos no sin que las leyes cambien.
Para cualquier otro cineasta, esta historia es una
oportunidad de contar un relato inspirador, pero no para McQueen, un director
que en sus tres películas ha explorado lo frágiles que somos los humanos ante
fuerzas mayores y lo mucho que podemos perder de esa humanidad ante esas
fuerzas, incluyendo la esclavitud. La película nos lleva de evento a evento,
mostrándonos las diferentes relaciones que tiene Solomon con sus amos y otros
esclavos, y la manera en la que él percibe el trato hacia otros esclavos.
McQueen dirige con un formalismo formidable, sin la necesidad de acercarse a
una escena para causar más impacto, ni de alejarse para acomodar a su público
con la historia. Simplemente permite que los actores y las palabras del
guionista John Ridley, así como el impecable diseño de la producción, hablen
por sí solos. El lenguaje del guión hace que suene a teatro, con combinaciones
de palabras que no se oyen hoy en día, aunque me imagino que Ridley investigó a
través de documentos esta manera de hablar. Funciona para la historia que están
contando, en especial cuando diferencia la manera que habla Solomon del resto
de los esclavos.
Tener actores ingleses en muchos de los papeles principales
(además del director inglés) resalta más que esta es una perspectiva de alguien
de fuera a este tema muy americano. Chiwetel Ejiofor se acopla como guante al
papel principal, expresando la desesperación y la lucha interior a través de la
dureza física que le otorga el director, y las palabras más dramáticas del
guionista. El hecho que es inglés le da esa capa extra de que este es un hombre
que no pertenece dónde está. En contraste a él está el impresionante debut de
Lupita Nyong’o como Patsey, una esclava que es la favorita de Edwin Epps (algo
bien perturbador), una mujer que no sabe más que ser esclava y no le ve salida
a su vida. Hay muchas como ella, y Nyong’o le da una voz a esa necesidad de
hacer todo bien e impresionar a su amo. Esta es la tercera vez que McQueen
trabaja con Michael Fassbender, un actor de tal intensidad y carisma de
estrella que se acopla a cualquier papel, sea de héroe o de villano (oírlo
recitar de la Biblia para justificar que le pega a sus esclavos es aterrador).
Y como su esposa, que es igual de aterradora, Sarah Paulson exhibe una intensidad
más callada y una desesperación de una mujer que nunca saldrá de este matrimonio.
Estos cuatro son los que más resaltan, pero el elenco también incluye a Paul
Giamatti, Michael Kenneth Williams, Alfre Woodward, Paul Dano y un cameo de
Brad Pitt (que también produjo la película, aunque se dio un papel que es
demasiado obvio).
No es una película fácil de ver. Si a uno le pueden quitar
su libertad por el simple hecho de tener piel oscura, ¿qué otras razones habrá
para quitarnos la libertad? La esclavitud es ilegal en Estados Unidos hoy en
día, pero ¿qué tal en otras partes del mundo? Y, como dice un personaje en la
película, las leyes cambian. Si pueden cambiar para bien, también pueden
cambiar para mal. Ser esclavo no es nada más estar físicamente atado a
trabajar, también puede ser esclavizar a la gente con impuestos, con
restricciones de trabajo, de cualquier manera que vuelve legal el abusar del
prójimo. No hay nada peor que tener tu libertad un día, y luego despertarte al
día siguiente y darte cuenta que ya no la tienes, y por eso esta película de
Steve McQueen es una que causa más impacto que cualquier otra película que
retrata esta época. Ya no se trata de gente que vivió hace más de siglo y medio
con una injusticia que ya no existe, se trata de lo que la humanidad ha sido
capaz de hacer, de lo que podría ser capaz de hacer otra vez y de lo que en
muchos instantes sigue siendo capaz de hacer, no necesariamente por maldad (el
Sr. Ford, por ejemplo, era un hombre de negocios pero no malo), sin por
tradición y por economía, pero siempre está el peligro de perder lo que nos
hace humanos.
martes, 18 de febrero de 2014
"¿Dónde están mis dientes?" Nebraska
No todos van a lograr algo por lo que el resto del mundo los
va a notar. Eso es lo que nadie te dice, ya que la vida siempre parece estar
llena de posibilidades y de metas que nos ponemos para alcanzar, pero
eventualmente llega un momento en el que uno debe enfrentar la realidad que los
que alcanzan todos sus sueños son pocos y el resto simplemente pasa por la vida
haciendo lo que hace sin significar algo para todos. Algunos se desesperan
tanto con el hecho que no lograron nada en su vida que se aferran a cualquier
esperanza de que algo les va a llegar, aunque sea una esperanza falsa.
Alexander Payne, director de About Schmidt y Sideways, trata mucho este tema.
Él busca la compasión hacia estos individuos que buscan lograr cosas
importantes, pero se dan cuenta que lo más probable es que van a morir sin ser
importantes para nadie más que para sus familias, que en la mayoría de los
casos estas familias son la gente más desesperante que tiene esta persona
(Payne tiende a retratar a los parientes de sus protagonistas de maneras algo
grotescas, cosa que se le ha criticado, pero ahora que lo pienso tal vez ese
sea el punto, ver a estas familias como lo opuesto a lo que nuestro
protagonista busca).
Woody Grant (Bruce Dern) es un viejo alcohólico que está
entrando en una demencia, constantemente saliendo de la casa y preocupando a su
esposa Kate (June Squibb) y sus hijos Ross (Bob Odenkirk) y David (Will Forte).
Resulta que a Woody le llegó una propaganda de revistas que dice que se podría
ganar un millón de dólares si compra estas revistas, pero Woody cree que se ha
ganado la lotería y que tiene que ir a Lincoln Nebraska a que le den su premio.
Sabiendo que nunca se va a sacar esta idea de la cabeza, David accede
llevárselo a Lincoln a que recupere este millón de dólares, pero un accidente
hace que se tengan que quedar en el pueblo donde Woody nació y donde siguen la
mayoría de sus parientes. A través de convivir con su familia extendida y la
gente en este pequeño pueblo, David se va dando cuenta justo la vida que Woody
llevó, como lo tratan los que lo han conocido por tanto tiempo y, aún más
importante, porque está tan desesperado por aferrarse a este sueño, que podría
su última esperanza para hacer algo bien por su familia, y por sí mismo.
Es común que los cineastas quieran re-crear una era no nada
más con escenografías y vestuarios que retratan otra época, también grabando
una película de una manera que ya no es común. Payne y su camarógrafo Phedon
Papamichael decidieron filmar esta cinta en blanco y negro, pero se están
inspirando no tanto en las películas de antes de que se pudiera filmar a color,
sino en las películas de Peter Bogdanovich que re-trataban a los Estados Unidos
de manera desolada y descolorida. Esa primera toma recuerda a The Last Picture
Show, con su silencio y su manera muy meditativa de meter al público a este
mundo desolado. Payne es originario de Nebraska y retrata el ambiente de su
estado natal con mucho cariño, aún cuando sus personajes tienen un aire más
grotesco. Aunque esta es la primera película que dirige que él mismo no
escribió o co-escribió (el guión le es acreditado a Bob Nelson), la historia es
tan parecida a muchas de las que ya ha tratado, que es difícil pensar que no
tuvo algo que ver con ella (particularmente en la manera que sigue intentando
mostrar su tono misantrópico con compasión hacia los personajes, y a veces lo
logra).
La cinta está en las mejores manos cuando se trata solo de
la relación entre Woody y David, y esto se debe a que estos dos actores forman
una mancuerna extraordinaria. El veterano Bruce Dern nunca había tenido un
papel tal como este. Como Woody, Dern expone una dureza que se está perdiendo
ante la edad de este hombre, pero también una tristeza al darse cuenta que está
por perderlo todo. La edad no perdone y cuando llega, puede llevar a enfrentar
cosas que uno prefiere olvidar. Will Forte tiene un papel menos llamativo, pero
aún más importante, ya que es a través de su comprensión hacia su padre que el
público va conectándose con Woody. El resto del elenco se encuentra atrapado en
papeles sin la profundidad del dúo principal y aunque algunos logran ir más
allá de eso (June Squibb interpreta a una mujer que no deja de hablar y
criticar, aunque ella le da un peso al matrimonio que tiene con Woody), otros
no pueden hacer mucho con lo poco que tienen en el guión (hay un par de
sobrinos que parecen mafiosos de la calle, por ejemplo). Hay demasiados
detalles de la historia que giran alrededor de estoy personajes desagradables,
pero al final es lo que ayuda a que sintamos la compasión por nuestro
protagonista.
Es difícil pasar por la vida pensando que no causaste gran
impacto. Sabiendo que tus mejores
intenciones llevaron a que todos se aprovechen de ti y que ahora eres visto
como un chiste ante toda una comunidad, alguien que podría no existir hasta que
tiene algo que todos quieren. Woody Grant no será recordado por muchos, pero
los que lo conocieron se acordarán de él y aunque no todos lo alaben, no se irá
de este mundo sabiendo que estuvo solo. En este mundo, todos somos importantes
para alguien, aunque sintamos que nada de lo que hicimos importa. Puede que la
gente a nuestro alrededor sea la que más nos moleste, que los miembros de la
familia que nos dicen que son lo más importante sean las personas con las que
menos queremos estar, y que para mucha gente que queremos que nos note nunca
vamos a existir, pero pasar tiempo en este mundo significa que lo vamos a
afectar de alguna manera y todos merecemos esa victoria. Woody Grant no fue una
persona perfecta y hay mucha gente que se lo hace saber cada vez que lo ve,
pero es un hombre que vive en este mundo y como todos, merece cierta victoria,
aunque sea una victoria pequeña.
miércoles, 12 de febrero de 2014
"No quiero odiar a las personas" Philomena
Como seres humanos, las historias se nos hacen muy
atractivas, sean historias felices o tristes o que terminen de manera
inconclusa, nos encanta escuchar o leer una historia que nos pueda emocionar.
Pero, ¿a quién le pertenece la historia? ¿Le pertenece al autor que la
escribió, los personajes que actúan en ella o el público que la percibe? Cuando
los personajes son ficticios, eso le quita una capa a la dificultad de esa
pregunta, pero ¿qué tal si está basada en algo que de veras sucedió? Existen
las historias de interés humano que uno lee en el periódico, estas historias
verídicas que no son noticias (es más, la mayoría de ellas sucedieron hace
tiempo), pero generan cierto interés, y por supuesto, un periódico quiere ser
leído. Esta cinta nos cuenta de un reportero y su relación con el personaje
principal de su próximo reportaje, una historia con bastante drama para
enganchar a cualquiera que la escuche, o si no se puede dar el giro perfecto
para sacar el drama. Lo interesante aquí es como al ir descubriendo esta
historia, el reportero va sintiendo las emociones que le deberían pertenecer a
la persona que vivió esta historia.
Martin Sixsmith (Steve Coogan, también co-guionista de la
película) fue un reportero para la BBC antes de trabajar para el Primer Ministro
Tony Blair, pero un escándalo lo ha dejado sin trabajo. Durante una fiesta, una
de las meseras le cuenta a Sixsmith una historia que le podría interesar a un
periódico, la historia de Philomena Lee (Judi Dench) que hace 50 años fue
forzada a dar a su hijo en adopción, ya que lo tuvo de adolescente y fue dejada
con las monjas. Philomena no ha hablado de su hijo, hasta ahora.
Sixsmith se reúne con Philomena, una mujer que a diferencia de él, es
eternamente optimista y algo ingenua. Juntos van en busca de su hijo perdido,
un viaje que los lleva a descubrir muchas de las suciedades de esta iglesia
irlandesa que vendía los hijos de adolescentes embarazadas (quienes creían que
habían pecado y pensaron que se lo merecían) y viajan a los Estados Unidos,
donde descubren que este hijo tuvo toda una vida de la que
Philomena no pudo ser parte, aunque debió haber sido. Aunque, quizás ella no le hubiera podido dar la vida que tuvo.
La cinta abarca muchos temas y de cierta forma critica
muchas cosas. No nada más el tema de la iglesia católica y su manera de lidiar con lo que ellos piensan que son pecado, también toca el tema de la
homosexualidad y la política en Inglaterra y Estados Unidos (no diré cómo,
tendrán que sorprenderse), pero nunca pierde su enfoque, y esa es la relación
entre Sixsmith y Philomena. El guión está lleno de momentos en los que nada más
son estos dos interactuando y resultan ser los momentos en los que brilla la película, sea cuando
Philomena no entiende que Sixsmith está bromeando, o le está contando de una
novela que está leyendo (sin darse cuenta que le está contando el final), o
simplemente esos momentos cuando hablan de la existencia de Dios. Sixsmith cree que Dios o no existe, o es increíblemente cruel, mientras
que Philomena, aún con todo lo que le pasó, sigue creyendo en la bondad y no
deja contagiarse por el cinismo de Sixsmith.
Mucho de esto se debe a la química de Dench y Coogan.
Ninguno de los dos está haciendo algo muy diferente a lo que hace normalmente,
pero encajan tan bien juntos y la mancuerna es tan natural que vale la pena. Dench
siempre ha sido una figura reconfortante, aún cuando aparece como mentora de
James Bond, y por eso alumbra cualquier película en la que está. Coogan le inyecta
su humor muy inglés, pero también explora algo muy curioso que le pasa a
Sixsmith. A él le empieza a afectar la historia más que a ella. Todo este
enojo hacia la Iglesia y hacia los años que no obtuvo con su hijo, lo siente
él, y cuando vemos la película, lo sentimos nosotros. Es lo curioso de las
historias. Cuando las leemos y nos las cuentan, sentimos que somos partes de
ellas, y así todo el enojo y toda la felicidad que los personajes de la historia
deberían estar sintiendo (o quizás lo están sintiendo) se transfiere al
público. Pero, ¿acaso el derecho de esos sentimientos le pertenece al personaje
y sólo al personaje? ¿Qué derecho tiene Sixsmith de enojarse por algo que le
pasó a Philomena? Por otro lado, así ya no está sola. Ahora alguien más puede cargar
esos sentimientos que ella se guardó por tanto tiempo, y por eso contamos
historias.
Francamente, la película pierde algo de poder cuando retrata
a los miembros de la Iglesia Católica (ya que la pintan como villano de
caricatura) y en muchos de los mensajes que trata de transmitir (ya que en
muchos casos, ni acaba de transmitirlos, queriendo encontrar algo bueno en lo
malo), pero como la relación entre un autor y su historia, es muy exitosa. Es
una de esas historias que pone a prueba nuestra empatía y como seres
humanos podemos sentir ese enojo de que historias como la de Philomena
sucedieron. Aunque no podemos controlar la historia, una que ni el mismo Sixsmith
pudo controlar (pudo haberla girado para hacerla más dramática, es más hay una
escena en esta cinta que es fabricada, pero lo que sucedió sucedió), podemos
llevarnos esa historia y aprender de ella, o simplemente sentir lo que la
historia nos lleve a sentir. Una historia le pertenece al personaje que la
vivió o al autor que la escribió solamente cuando nadie más la conoce. Ya
cuando un libro es publicado o una historia es contada, ya no le pertenece nada
más a uno, sino a cualquiera que la conozca. Eso puede ser un alivio, porque
las historias pueden ser muy pesadas para una sola persona.
"Me sabía la letra" Blue Jasmine
Todos buscamos la comodidad. Es algo que es difícil admitir,
ya que puede ir en contra de ser bondadoso y caritativo, pero hay que
enfrentarlo. Todos queremos vivir en una casa cómoda, con todas nuestras
necesidades cubiertas y sin tener que sacrificar un día entero para poder
llegar al siguiente. La comodidad es algo tan poderoso que nos lleva a ignorar
cosas que sabemos que están mal y a parecer que no nos importa que hay gente
muriéndose de hambre en otras partes del mundo. ¿Eso nos hace malas personas?
Puede ser, pero quizás simplemente nos hace humanos. Pero, ¿qué pasa cuando en
un momento tuviste esa comodidad, y luego la perdiste? En su nueva cinta, Woody
Allen explora justo ese tema, la idea de levantarse cuando pierdes todo lo que
una vez tuviste, y en el acto nos da su propia versión de la obra Un Tranvía
Llamado Deseo, aunque nada más usa ciertos elementos de esa obra para explorar
temas que de alguna manera son muy de este hombre. Y, como en todas sus
películas, les da a un grupo de actores muchas oportunidades para lucirse en
papeles bastante jugosos.
Jasmine (Cate Blanchett) vivía una vida de ensueño en Nueva York con su
marido Hal (Alec Baldwin) y todas las riquezas que se pueden pedir, pero estaba
viviendo como la esposa de un marido que estafaba a la gente y cuando lo
arrestan, ella se queda sin un centavo y sin lugar a dónde ir. Se va a vivir
con su hermana Ginger (Sally Hawkins) a San Francisco, nada más hasta que se
recupere, pero ¿cómo se va a recuperar? Bueno, le gustaría terminar la carrera
que nunca terminó, pero para eso necesita dinero. Le gustaría certificarse como
diseñadora, pero para eso necesita dinero. Tendrá que trabajar, cosa que en su
vida había imaginado que tendría que hacer, pero le urge salirse de la casa de
su hermana y a quién más le urge eso es a Chili (Bobby Cannavale), el novio de
Ginger que había planeado vivir con ella antes que llegara su hermana y la
persona que tiene más problemas con esta mujer engreída y loca. Allen nos lleva
constantemente al pasado para que veamos lo que fue la vida de Jasmine antes de
que viniera a San Francisco y nos vamos enterando cada vez de más secretos.
La película gira al torno de Cate Blachett. No es común que
una película de Woody Allen, con sus grandes elencos, giren alrededor de una
actuación, particularmente una tan buena como esta. Jasmine es un personaje
increíblemente detallado, con una manera muy específica de perderse en sus
alucinaciones y de hablar con sí misma, un ritmo muy peculiar al hablar y cosas
más sutiles como la movida de sus ojos. Es un personaje tan completo que
llegamos a compadecer y odiar casi al mismo tiempo. Claro, una actuación como
esta no puede existir sola. Sally Hawkins como Ginger es una contraparte
perfecta para esta mujer fría y engreída. Ginger es cálida y no muy segura de
sí misma, una mujer que nunca conoció la comodidad. Cannavale es fantástico, un
hombre que parece peligroso y torpe, pero resulta ser muy sensible, un
personaje a través del que vemos lo venenosa que puede ser Jasmine. El elenco
incluye a Michael Stuhlbarg como un dentista caliente, Louis C.K. como un
diseñador de sonido que tiene una aventura con una de las hermanas, Andrew Dice Clay como el ex de Ginger que le
pudo haber dado todo, de no haber sido por el esposo de Jasmine y Peter
Saarsgard como un hombre que podría ser la última oportunidad de Jasmine para
re-hacer su vida tal y como la quiere.
Aunque es más conocido por ser un cómico, Allen no es un
extraño a los temas más oscuros. Ya ha explorado dilemas morales que tienen que
ver con el homicidio, y como esos dilemas pueden afectar a sus personajes.
Jasmine es un personaje que piensa demasiado pero a la hora de actuar no piensa
nada, por lo que se vuelve una exploración de lo que le pasa a una persona
inestable que actúa de manera impulsiva. Es claramente una mujer enferma, pero
no estamos seguros si esta enfermedad es algo con lo que nació (la película
habla mucho de genética y de que Jasmine y Ginger fueron adoptadas, entonces no
son hermanas biológicas), o si quedó ciscada por los errores que cometió y al
darse cuenta de lo que tuve que dejar pasar para tener la vida que tuvo. Es
claro que Allen se basó en el escándalo de Bernie Madoff para crear esta
historia de la mujer que estuvo a su lado y lo dejó suceder, porque no dejarlo
suceder no le convenía. Ahora todo lo que tiene son los recuerdos de una vida
que tuvo, una canción de la que n se puede acordar y esta dificultad para re-hacer
su vida, aprender a usar computadoras y cuidar a los hijos de su hermana.
Sí, es obvio que Jasmine está basada en Blanche DuBois (personaje de Un Tranvía Llamado Deseo), solo
que en esta versión, nos metemos más en lo trastornada que está esta mujer y la
culpa que carga (una culpa que ni se puede admitir a sí misma). Lo hermoso de
Woody Allen y sus películas es que aunque se pueden disfrutar por todos, él
siempre le mete algún detalle, alguna referencia literaria que le da algo extra
para la gente que puede reconocer la historia (como Crime and Punishment en
Match Point, o las muchas figuras históricas en Midnight in Paris), pero en
esta eso nunca es un sustituto para la historia y lo que esa historia quiere
contar. Todos queremos contar con una comodidad de vida, estar en este mundo
con la menor lucha posible, pero muy pocos tienen ese lujo y esa comodidad
puede desaparecer en cualquier momento. Allen ha explorado en muchas de sus
cintas la vida de los ricos y de esos que hacen lo necesario para entrar a esa
vida y para mantenerla (Match Point se trataba de eso), pero no acerca de
aquellos que la pierden y que no pueden con el vacío. Como muchos artistas,
seguro Allen se basa en sus propios miedos y experiencias en sus películas y
por eso el mundo es un poco más rico.
lunes, 10 de febrero de 2014
"Sigo viviendo aquí..." Dallas Buyers Club
¿Por qué es tan frágil el cuerpo? Seguro eso es algo que nos
preguntamos todos, ya que en lo que tratamos de vivir este tiempo que tenemos
en la Tierra, tenemos cosas que se nos interponen y entre ellas están las
enfermedades. Algunas nos mantienen en la cama unos días en lo que nos
recuperamos, mientras que otras amenazan (y luego logran) sacarnos de este
mundo antes de tiempo. Una de las enfermedades que más ha asustado a la
sociedad (por lo menos en los últimos 30-40 años) es el Síndrome de
Inmuno-Deficiencia Adquirida (SIDA). Esta enfermedad empezó a surgir a finales
de los años 70 y hubo una época en la que se pensaba que solamente atacaba a
los homosexuales (dándole a mucha gente otra razón para discriminarlos). En
esta cinta, nos cuentan la historia de uno de esos que pensó que el SIDA era
solamente para los homosexuales, hasta que él mismo adquirió la enfermedad y en
esta cinta dirigida por Jean-Marc Valée (aunque la verdad no tiene una clara
voz de director) vemos lo que este hombre, este ignorante vaquero de Texas,
hizo al respecto.
Ron Woodroof (Matthew McConaughey) es un electricista de
Dallas que se la pasa apostando en el rodeo (y a veces montando toros el mismo)
y se la pasa tomando drogas y cogiendo de la manera más despreocupada. Es
homofóbico y se cree invensible, pero está bien delgado y no deja de toser.
Cuando un accidente lo pone en el hospital, sus doctores le detectan el virus
del VIH y le dicen que con la manera que ha estado viviendo su vida, le
aproximan unos 30 días para vivir. Uno pensaría que esto detendría a cualquier
hombre, pero no a este hombre. Él encuentra a un doctor en México que le da
unas medicinas que aunque no le quitan la enfermedad, hacen que se sienta
mejor. Estas medicinas no han sido aprobadas en los Estados Unidos, pero
Woodroof encuentra una manera de ayudar a más gente y ganar algo de dinero,
estableciendo lo que llaman un “Buyers Club”. Se venden membrecías para regalar
medicinas (así no estás vendiendo las medicinas, nada más las membrecías).
Woodroof hace equipo con Rayon (Jared Leto), un trasvesti que está participando
en las pruebas del AZT (en ese entonces apenas se estaban probando) y ponen el
club en marcha, pero cuando el AZT es puesto en el mercado, el club está en
problemas.
Es una historia muy interesante, pero voy a ir directo al
grano. La película es, primero que nada, un vehículo para Matthew McConaughey,
un actor que le ha dado una vuelta impresionante a su carrera en los últimos
dos años. Se nota que bajó casi 20 kilos para el papel, pero McConaughey no se
apoya en eso. Él lo mezcla con ese carisma y esa naturalidad tejana que le da
al papel, creando un hombre que es, siendo franco, muy desagradable, pero poco
a poco revelando su alma aunque nunca deja de ser quién es. McConaughey sería
la única razón para ver esta película si no fuera por Jared Leto, que
impresiona en un papel que resulta ser el complemento perfecto para Woodroof.
Rayon es igual de terco, igual de orgulloso, muy marcado en su identidad, solo
que su identidad es femenina. Leto tiene los tics de un trasvesti bien
aprendidos y los usa, pero dentro de eso crea a un personaje que está luchando
por mantener su chispa de vida, pero poco a poco la va perdiendo. Las escenas
entre estos dos, sean sus desacuerdos o sus momentos más íntimos, son lo que
más divierten. Si nadie más logra destacar es porque nadie más tiene un
personaje tan jugoso como estos dos. Jennifer Garner hace lo que puede
interpretando a una doctora que es parte alma compasiva, parte una mujer
agradable para que McConaughey coquetee (que es su especialidad).
Fuera de eso, la película no es mala, pero siento que si no
fuera por el tema y las dos actuaciones principales, no tendría mucho a su favor.
El guión en particular es problemático, ya que la historia que está contando no
se presta mucho para el drama y el guión no hace lo suficiente para compensar
por eso. Acaba siendo más un estudio de personaje, pero con un tema como éste
le hace falta algo. Tampoco ayuda que en momentos claves, particularmente en el
último acto, se siente como una serie de eventos y no una historia que va
creciendo. Es una historia que supuestamente afirma la vida, el deseo de querer
estar, así como el miedo a la muerte que se siente más cercana para estos
personajes que estamos viendo, pero la película no parece estar lo
suficientemente comprometida a este mensaje. Simplemente lo dice y luego le da
espacio a McConaughey para que se luzca en escenas hechas para su carisma, y lo
demás simplemente parece estar ahí para mover la trama. La parte médica con las
pruebas del AZT y los problemas que surgen de esa medicina podrían haber sido
más interesantes, pero como los personajes que habitan esa parte de la historia
son tan blandos, resulta no ser muy interesante.
Es una película que me hubiera gustado que fuera mejor,
porque sí hay mucho aquí que vale la pena. La escena cuando Raymond se viste
con ropa de hombre para ver a su padre, esa es una escena que me parte el
corazón, ya que nos dice suficiente de esa relación con ese gesto. También la
escena cuando Woodroof y Rayon se conocen es magnífica. Todo lo que tiene que
ver con el Buyers Club y lo que le dé a McConaughey y Leto la oportunidad de
mostrar lo que saben hacer (uno siendo una estrella de cine, el otro un
camaleón de la actuación) vale la pena verlo. Más que nada, es una película que
nos muestra todo lo que se nos puede poner en el camino de la vida. Todas las
reglas que hay que seguir, todas las agencias que ponen límites a las cosas que
se pueden consumir aún cuando pueden ayudar (en una escena, un juez dice que la
ley tiende a carecer de sentido común, aunque suena más a la voz de un
guionista que la de un juez), los excesos que nos llevan a sentirnos mal y las
mismas enfermedades. Aún así, la vida es para vivirla y aunque no somos
invencibles, lo mejor es que en el tiempo que estamos aquí, hay que sentir que
lo somos. Woodroof vivió siete años más de lo que le dijeron que iba a vivir. Eso lo dice todo.
martes, 4 de febrero de 2014
"Soy tuya y no soy tuya" Her
No hay nada más constante que el cambio. Con el paso del tiempo,
todo va cambiando. La tecnología, nuestra manera de hablar, nuestra manera de
percibir el mundo y hasta la manera que nos relacionamos. Nosotros como humanos
cambiamos a lo largo de nuestras vidas. Entendemos el mundo de manera diferente
con el paso de los años y con cada acontecimiento en nuestras aventuras
personales, cosa que se vuelve un obstáculo en las relaciones. Cuando te
enamoras de alguien, te enamoras de una persona, pero lo difícil es que dos
personas no cambian de la misma manera y cuando uno menos se da cuenta, la otra
persona ya no es la persona de quién se enamoró. Es difícil que dos personas
evolucionen juntos, en especial cuando una de esas dos personas no tiene
cuerpo. Sí, eso suena raro, pero Spike Jonze explora estos temas con la
historia de un hombre y su relación con su sistema operativo, pero uno que hace
más que obedecer las órdenes de su amo y leer de una computadora. Jonze se
imagina un futuro en el que la tecnología ha llegado a un lugar en la que una
inteligencia artificial puede parecerse a la inteligencia humana, y junto con eso
explora cada posibilidad que viene con una relación como esta, la mayoría de
ellas un espejo hacia las relaciones entre humanos.
Theodore Twombly (Joaquin Phoenix), es un escritor que lleva
una vida solitaria desde que se separó de su esposa Catherine (Rooney Mara) y
se siente perdido en el mundo de las relaciones humanas. Como todos en este
futuro, tiene un sistema operativo que le organiza toda su vida, pero él quiere a alguien con quien platicar y quien compartirla. Por eso compra un nuevo sistema
operativo que cuando lo programa, sale Samantha (voz de Scarlett Johansson).
Ella es chistosa, comprensiva, puede leer todo en un segundo y le da curiosidad
el mundo a su alrededor. Ella es justo lo que Theodore había estado buscando,
excepto que es una voz en una computadora que no puede tocar. Aún así, empiezan
una relación que se vuelve cada vez más complicada cuando Samantha va
descubriendo lo que puede hacer cuando uno no está atado al tiempo y el espacio
como el resto de nosotros. Suena aterrador, pero el futuro que vemos en esta
historia no es muy lejano. Ya nos comunicamos a través de máquinas más de lo
que queremos admitir y si resulta que esas máquinas pueden hablar con nosotros como
nos habla un ser humano y no hay que salir a buscar un ser humano, pues, puede
resultar más fácil.
Aunque este es su primer guión completamente original, como
director Spike Jonze ya ha explorado mundos diferentes y algo absurdos que nos
reflejan algo del mundo en el que vivimos con dos colaboraciones con el
guionista Charlie Kaufman y una adaptación de Where the Wild Things Are. Aquí
se ve que aprendió mucho de Charlie Kaufman, ya que aunque se nota que estamos
en un mundo futurista, es un mundo no muy lejano al nuestro. Se parece a
nuestros tiempos con unos cuantos avances de tecnología y de diseño sin que
subraye demasiado el hecho que estamos en el futuro. El tono es uno de
melancolía, de explorar emociones complejas en nuestros personajes, pero
siempre asegurándose que esas emociones se sientan reales (incluso las de la misma
Samantha). La película hasta encuentra
momentos para burlarse de su propio tono melancólico (hay una escena cuando
Theodore pide que su aparato toque una canción melancólica) y se divierte con
algunos de sus inventos (hay un videojuego que se juega en tercera dimensión y
el jugador interactúa directamente con él, cosa que lleva a unos momentos muy
chistosos). Jonze se gana estos momentos, porque trata su concepto con
sinceridad e invita al público a sentir con ellos.
Mucho de esto se debe a la increíble actuación de Joaquin
Phoenix, un actor que constantemente logra una precisión de personajes y tiene la labor de cargar esta cinta por sí solo (ya que se la pasa
interactuando con una voz). Theodore es una persona algo triste, pero se ve de
dónde saca su felicidad y su sentido del humor y por eso abordamos este viaje
con él. También impresionante, con su pura voz, es Scarlett Johansson. Dato
curioso, Johansson reemplazó a otra actriz que ya había grabado el papel
completo y hasta había trabajado con Phoenix, pero a la hora de la hora Jonze
se dio cuenta que necesitaba una voz más cálida y Johansson re-grabó todo.
Entonces es impresionante la química que estos dos proyectan, porque
literalmente nunca trabajaron juntos durante la producción, pero en la voz de
Johansson oímos las complejidades que va adquiriendo este sistema operativo,
como va armando su sentido del humor y descubriendo el mundo como si fuera
niña, aún más allá de lo que lo puede descubrir un ser humano. Otra increíble
presencia es la de Amy Adams interpretando a Amy, la mejor amiga de Theodore y
la única persona que lo conoce y entiende mejor que nadie. La química que
comparten es muy relajada, una que nos hace creer que no podría suceder nada
romántico entre ellos, pero también que no podrían funcionar si no se tuvieran.
¿Cuánto de esto podría suceder? ¿Será que un día las
computadoras sean tan sensibles y cariñosas que puedan parecer así de humanas?
Quién sabe, pero a Jonze no le interesa tanto predecir el futuro, sino reflejar
el presente y reflejar lo que es estar en una relación. Encontrarse en un
momento, gustarse, entrar en una relación, querer estar juntos todo el tiempo,
armar una vida el uno con el otro y luego crecer cada uno como personas,
perderse y preguntarse si se pueden encontrar en estas nuevas formas que han
adquirido, o si es hora de terminarlo. Todo esto se refleja en una historia que
puede sonar absurda y que critica a la humanidad por estar tan enlazada con las
tecnologías que van saliendo, pero que al mismo tiempo celebra lo que es ser
humano. Lo que es sentir, lo que es buscar compañía y lo que es expresar ese
cariño que se puede tener por otros seres humanos (o en el caso del trabajo de
Theodore, contratar a alguien que lo haga por nosotros). Estas relaciones
cambian, así como las posibilidades en nuestro mundo, las tecnologías, nuestras
maneras de hablar, de expresarnos y de encontrar el amor van a seguir
cambiando. Eso puede dar miedo, pero también puede ser algo hermoso.
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