
¿Cuándo es suficiente? ¿Cuándo es demasiado? ¿En qué momento
te das cuenta que tienes todo el dinero que necesitas, que te metiste todas las
drogas que te puedes meter, que te acostaste con todas las mujeres con las que
aguantas acostarte y que ya no puedes tener más éxito? Para alguien que es adicto
a todo esto, probablemente nunca. Hay gente que nunca puede tener suficiente de
lo bueno, no necesariamente por ser codiciosos, sino por estar adictos a la
adrenalina de conseguirlo y por disfrutar todos los excesos que vienen con
ello. Esta película dura tres horas, y son tres horas observando a un hombre
que se le ocurren cada vez más maneras de conseguir más dinero, más drogas, más
mujeres y más de lo que ya tiene. Le encanta conseguirlo, lo disfruta y siente
la necesidad de seguir consiguiéndolo y no le molesta que se está dañando a sí
mismo, o dañando a otros. Martin Scorsese, uno de los directores más ambiciosos
y apasionados, nos cuenta esta historia de un hombre con el que seguro se
identifica de alguna manera, porque justo como su personaje nunca supo cuando
fue suficiente, Scorsese tampoco está seguro cuando es suficiente con esta
historia (y eso que lo que es brillante en esta cinta destaca).
Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) fundó su propia compañía
en Wall Street que se volvió una de las más exitosas a final de los años 80 y
principios de los 90. No hay nadie que disfruta el dinero más que Belfort, ya
que le ofrece todo lo que quiere cuando lo quiere. La cinta sigue la clásica
narrativa del ascenso y descenso de un hombre poderoso, de un hombre que fue
construido y destruido por su propio carácter. Más que la historia de un
hombre, es la historia del mundo en el que vive, un mundo en el que la gente se
aprovecha de todo el dinero que gana para armar fiestas locas, echarse viajes
de lujo y dormir en una cama cubierta de dinero. Es un mundo muy llamativo, un
mundo del que todos quisieran formar parte y eso es justo lo que Scorsese,
junto con su guionista Terence Winter (conocido por ser creador de la serie
Boardwalk Empire y parte del equipo de escritores de Los Soprano) busca
mostrarnos. Un mundo al que queremos pertenecer, pero que nos da culpa querer
pertenecer. En algún momento nos cae el veinte que para vivir como vive,
Belfort tuvo que arruinarles la vida a muchos de sus clientes. Claro, nunca conocemos
a la gente que perjudica, y ahí es donde Scorsese pone a su público a prueba.
Puede que nos dé asco este mundo por lo que representa, pero ¿podemos resistir
la tentación de querer ser parte de él?

Scorsese también es conocido por sacarle lo mejor a Leonardo
DiCaprio. Esta es su quinta colaboración y probablemente la que le ha sacado
más jugo a este actor con cara de niño (aunque ya se aproxima a los 40).
DiCaprio tiene una tendencia a querer mostrarnos el sudor que viene con sus
actuaciones, de mostrar lo mucho que sufren sus personajes con gestos muy
intensos. Aquí no. En esta cinta, DiCaprio está tan metido en la mente del
personaje y se compromete a cada momento y detalle grotesco de esta vida,
creando a un personaje que entretiene, enoja y asusta al público. Hace mucho
que DiCaprio no se había dejado soltar de esta forma, y por eso es de lo mejor
que se ha visto de él. La película es básicamente el show de Leonardo DiCaprio y
cualquier otro actor a su alrededor alimenta eso, pero lo alimentan de manera
impresionante. Jonah Hill es el que más aparece después de DiCaprio
interpretando a Donnie Azoff, el compañero de negocios más cercano de Belfort,
un hombre aún más grotesco que no sería nada sin este hombre. La australiana
Margot Robbie interpreta a su esposa Naomi, una mujer que es todo lo que
Belfort desea. Ella lo sabe y lo usa para obtener ventajas en este matrimonio.
Robbie es hermosa de una manera casi celestial,
y es impresionante como utiliza eso en su actuación, seduciendo al
público y luego criticándolos por haber caído en la seducción.
Los demás actores tienen papeles menos sustanciales, pero
figuras como Matthew McConaughey, Rob Reiner, Kyle Chandler y Jean Dujardin
entre otros aprovechan cada momento de su brevedad en la pantalla (Dujardin en
particular se lleva unas escenas claves como un banquero suizo). La película es
irreverente. Son tres horas de fiestas, de personajes mal-portados tomando,
endrogándose, cogiendo, diciendo groserías, todo en las casas más caras que a
cualquiera le gustaría tener o en un barco que por poco y logra seducir a un
agente del FBI que se toma la ley a pecho (este es Kyle Chandler, un actor que
siempre es un placer ver en la pantalla). La película tarda en arrancar, ya que
pasa algo de tiempo presentándonos a Belfort y cómo llegó a este ambiente, pero
desde el principio está repleta de escenas largas en las que dos personajes interactúan.
Estas secuencias tienen un aire Shakespeareano, armando poesía con palabras contemporáneas
que tienden a sonar feas (Scorsese es un experto en eso). Una de las mejores
secuencias de la película es una en la que Belfort, drogado y casi paralítico,
maneja hasta su casa. Esta escena es de los mejores ejemplos de cómo se mezcla
la comedia negra con la tragedia de este hombre enfermo que no puede dejar los
excesos de la vida que tanto disfruta. Son de esas escenas que muestran el
compromiso de este actor a encontrarle un centro a este hombre que, al final
del día, está enfermo.

Scorsese ya ha lidiado con protagonistas que no parecen
tener ninguna virtud (Raging Bull, por ejemplo), cosa que puede ser difícil
para un público que está acostumbrado a simpatizar con sus protagonistas. Por
eso esta película ha sido criticada por celebrar un estilo de vida sin moral.
Entiendo por qué se podría percibir de esa manera, pero a Scorsese nunca le ha
interesado decirle a su público qué pensar. Él presenta un mundo, deja que el
público pase tiempo en ese mundo (en este caso tres horas) y que decida lo que
piensa de lo que está viendo. Nadie esconde que este mundo es divertido y
seductor, que dormir sobre una cama de dinero, con la mujer que uno elija y
viajar a Suiza sin preocuparse cuánto cuesta es muy atractivo, pero ese es
justo el juego que esta cinta juega con el público. Juega con nuestros
instintos, con nuestros deseos de quererlo todo en el momento que lo queremos y
con la idea que nos meten en la cabeza de que debemos ser exitosos. Cada quién
tiene una fibra moral diferente, un sentido de lo correcto y lo incorrecto que
hará que reaccione de manera diferente a esta película, y justo por eso es una
buena película. La duración es algo que la perjudica, ya que
todas esas escenas brillantes se encuentran entre espacios menos logrados (eso
tiende a pasar en películas de larga duración, en especial cuando son episódicas como esta), pero uno sale sintiendo que
entiende la enfermedad de este hombre y lo que lo atrajo (y podría atraer a
cualquiera) al mundo que habitó.
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