
A todos nos dijeron de niños que mentir es malo y que
siempre deberíamos decir la verdad. Esa es probablemente la primera y de las
mayores hipocresías que existen, porque la verdad es que todos mentimos por
alguna razón u otra. A veces es por miedo, otras es por vergüenza, a veces nada
más queremos ver qué tan lejos podemos llevar una mentira, y en algunas
ocasiones, la mentira es necesaria para sobrevivir. En el mundo en el que
vivimos es raro que alguien viva a través de la honestidad pura, sin engañar a
alguien para obtener más poder o traicionarlo para poder mantenerse con vida.
David O. Russell, un director que se especializa en los ritmos caóticos de la
vida a través de películas casi improvisadas, explora este tema de un mundo en
el que todos se están engañando para salir adelante. Nuestros personajes
incluyen una pareja de estafadores, un agente del FBI, un senador, algunos
mafiosos, unos cuantos abogados y un ama de casas depresiva. Algunos trabajan
juntos, otros se engañan, y algo de esto sucedió en la vida real (aunque
sabiendo que esta película es de David O. Russell, me imagino que muy poco de
esto pasó en la vida real).
Irving Rosenfeld (Christian Bale) aprendió desde que era
niño que para sobrevivir, tenía que re-inventarse y mantenerse un paso adelante
del resto del mundo. Tiene tres negocios y lo que le da más dinero es
prometerle préstamos a gente que no los consigue en otro lado (y quedarse con
el adelanto). Antes lo hacía solo, y luego conoció a Sydney Prosser (Amy
Adams), una ex stripper que también ha pasado su vida re-inventándose y parte
de eso re-invención fue involucrarse con Irving y su negocio. Hacen el equipo
perfecto, pero luego son atrapados por el Agente Richie DiMasso (Bradley
Cooper) que busca hacer historia en el FBI y les ofrece un trato a esta pareja
de estafadores. Los dejará libres si lo ayudan a atrapar al Alcalde de Harlem
(Jeremy Renner) en sus negocios sucios para re-construir Atlantic City. De aquí
las cosas se vuelven algo complicadas, ya que hay muchas piezas en este juego
que incluyen a Rosalyn (Jennifer Lawrence), la esposa depresiva de Irving que
no parece ser muy brillante, pero sabe mucho más de lo que divulga. Hay mucha
trama aquí, pero David O. Russell no se molesta tanto con que la trama tenga
mucho sentido, siempre y cuando los personajes alumbren la pantalla con sus
interacciones.

Eso es justo lo que hacen. El reparto es lo que más brilla
de esta cinta. Se ve que mucho es improvisado, pero también se ve que estos
actores entienden a estos personajes de una manera tan primordial y aprovechan
de ese conocimiento para que cada momento sea memorable. Christian Bale es
conocido por meterse tan a fondo en sus personajes que hasta les crea ritmos
muy precisos y engorda o enflaca según el papel que le toque (casi siempre de
manera que uno se pregunta cómo es que no se enferma). Como Irving carga el
peso emocional de la historia, es el personaje con el que más se conecta el público,
aún cuando lo que hace no es exactamente legal o justo. En contraste está
Bradley Cooper, como un oficial del FBI que sin embargo es la persona más
grotesca que conocemos en esta historia, un hombre que busca aprovecharse de
cualquier oportunidad para obtener un re-nombre (y típicamente, la manera más
fácil). Es como un niño desesperado y con poca paciencia, cosa que Cooper
explota para efecto cómico. Hay otro contraste en Jeremy Renner, interpretando
al alcalde de Harlem, un hombre involucrado en negocios corruptos pero que en
el fondo es un hombre noble y querido. Irving está atrapado entre el trabajo
que tiene que hacer para DiMasso y una lealtad que está adquiriendo con el
alcalde.
Aunque se trata de un mundo de mentirosos, la película trata
del momento cuando uno puede dejar las mentiras y empezar a armar una verdad.
Aquí es donde entra Adams, ya que Sydney ha vivido tanto tiempo re-inventándose
y mintiendo para sobrevivir, pero sabe que lo que tiene con Irving es verdadero
y simplemente está esperando que él pueda dejar sus mentiras y armar una vida
de verdades con él. Pero, él tiene esposa (Lawrence se roba cada escena en la
que aparece y nos muestra justo en lo que está atrapado Irving) y un hijo que
no quiere abandonar. Si uno miente para vivir, entonces no está más que armando
una vida de mentiras sin algo que le dé un verdadero significado a lo que hace.
David O. Russell viste este mundo con una estética un poco ridícula, con
vestuarios y pelucas que no nada más evocan la época, sino destacan lo más
ridículo de la época, diciéndole al público que se está divirtiendo con este
relato. No es una película para tomarse muy en serio (y eso se nota desde el
mensaje al principio de la película en el que nos dicen que “algo de esto
sucedió”) y todo el reparto está consciente de eso, divirtiéndose con acentos y
atuendos falsos pero muy estilizados.

Habiendo dicho todo esto, lo que destaca aquí son los
personajes, y más que nada porque David O. Russell es un director que le saca
mucho jugo a sus actores, poniéndolos a improvisar y a tomar la rienda de la
historia, aún cuando empieza a sentirse muy caótica. La trama en sí está
demasiado enredada para su propio bien y se nota que mucho del trabajo de
personajes viene de los actores y no del guión. Otros que destacan son Louis CK
como el jefe de Richie DiMasso (un hombre mucho más calmado que no aguanta que
trata de controlar a su agente), Michael Peña como un agente del FBI vestido de
sheik y una breve aparición de Robert DeNiro como el ayudante de Meyer Lansky
en Miami. Tiene la mala fortuna de ser nominada a 10 Óscares incluyendo Mejor
Película, ya que probablemente no es una película que tenga la importancia y el
peso que viene de una película tan nominada y tan alabada. Es una película
ligera, divertida y una excusa para pasar un tiempo con estos increíbles
actores, pero muchos que la van a ver ahora van a esperar algo más profundo.
Aún así, vale la pena verla.
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