
No hay nada más constante que el cambio. Con el paso del tiempo,
todo va cambiando. La tecnología, nuestra manera de hablar, nuestra manera de
percibir el mundo y hasta la manera que nos relacionamos. Nosotros como humanos
cambiamos a lo largo de nuestras vidas. Entendemos el mundo de manera diferente
con el paso de los años y con cada acontecimiento en nuestras aventuras
personales, cosa que se vuelve un obstáculo en las relaciones. Cuando te
enamoras de alguien, te enamoras de una persona, pero lo difícil es que dos
personas no cambian de la misma manera y cuando uno menos se da cuenta, la otra
persona ya no es la persona de quién se enamoró. Es difícil que dos personas
evolucionen juntos, en especial cuando una de esas dos personas no tiene
cuerpo. Sí, eso suena raro, pero Spike Jonze explora estos temas con la
historia de un hombre y su relación con su sistema operativo, pero uno que hace
más que obedecer las órdenes de su amo y leer de una computadora. Jonze se
imagina un futuro en el que la tecnología ha llegado a un lugar en la que una
inteligencia artificial puede parecerse a la inteligencia humana, y junto con eso
explora cada posibilidad que viene con una relación como esta, la mayoría de
ellas un espejo hacia las relaciones entre humanos.
Theodore Twombly (Joaquin Phoenix), es un escritor que lleva
una vida solitaria desde que se separó de su esposa Catherine (Rooney Mara) y
se siente perdido en el mundo de las relaciones humanas. Como todos en este
futuro, tiene un sistema operativo que le organiza toda su vida, pero él quiere a alguien con quien platicar y quien compartirla. Por eso compra un nuevo sistema
operativo que cuando lo programa, sale Samantha (voz de Scarlett Johansson).
Ella es chistosa, comprensiva, puede leer todo en un segundo y le da curiosidad
el mundo a su alrededor. Ella es justo lo que Theodore había estado buscando,
excepto que es una voz en una computadora que no puede tocar. Aún así, empiezan
una relación que se vuelve cada vez más complicada cuando Samantha va
descubriendo lo que puede hacer cuando uno no está atado al tiempo y el espacio
como el resto de nosotros. Suena aterrador, pero el futuro que vemos en esta
historia no es muy lejano. Ya nos comunicamos a través de máquinas más de lo
que queremos admitir y si resulta que esas máquinas pueden hablar con nosotros como
nos habla un ser humano y no hay que salir a buscar un ser humano, pues, puede
resultar más fácil.

Aunque este es su primer guión completamente original, como
director Spike Jonze ya ha explorado mundos diferentes y algo absurdos que nos
reflejan algo del mundo en el que vivimos con dos colaboraciones con el
guionista Charlie Kaufman y una adaptación de Where the Wild Things Are. Aquí
se ve que aprendió mucho de Charlie Kaufman, ya que aunque se nota que estamos
en un mundo futurista, es un mundo no muy lejano al nuestro. Se parece a
nuestros tiempos con unos cuantos avances de tecnología y de diseño sin que
subraye demasiado el hecho que estamos en el futuro. El tono es uno de
melancolía, de explorar emociones complejas en nuestros personajes, pero
siempre asegurándose que esas emociones se sientan reales (incluso las de la misma
Samantha). La película hasta encuentra
momentos para burlarse de su propio tono melancólico (hay una escena cuando
Theodore pide que su aparato toque una canción melancólica) y se divierte con
algunos de sus inventos (hay un videojuego que se juega en tercera dimensión y
el jugador interactúa directamente con él, cosa que lleva a unos momentos muy
chistosos). Jonze se gana estos momentos, porque trata su concepto con
sinceridad e invita al público a sentir con ellos.
Mucho de esto se debe a la increíble actuación de Joaquin
Phoenix, un actor que constantemente logra una precisión de personajes y tiene la labor de cargar esta cinta por sí solo (ya que se la pasa
interactuando con una voz). Theodore es una persona algo triste, pero se ve de
dónde saca su felicidad y su sentido del humor y por eso abordamos este viaje
con él. También impresionante, con su pura voz, es Scarlett Johansson. Dato
curioso, Johansson reemplazó a otra actriz que ya había grabado el papel
completo y hasta había trabajado con Phoenix, pero a la hora de la hora Jonze
se dio cuenta que necesitaba una voz más cálida y Johansson re-grabó todo.
Entonces es impresionante la química que estos dos proyectan, porque
literalmente nunca trabajaron juntos durante la producción, pero en la voz de
Johansson oímos las complejidades que va adquiriendo este sistema operativo,
como va armando su sentido del humor y descubriendo el mundo como si fuera
niña, aún más allá de lo que lo puede descubrir un ser humano. Otra increíble
presencia es la de Amy Adams interpretando a Amy, la mejor amiga de Theodore y
la única persona que lo conoce y entiende mejor que nadie. La química que
comparten es muy relajada, una que nos hace creer que no podría suceder nada
romántico entre ellos, pero también que no podrían funcionar si no se tuvieran.

¿Cuánto de esto podría suceder? ¿Será que un día las
computadoras sean tan sensibles y cariñosas que puedan parecer así de humanas?
Quién sabe, pero a Jonze no le interesa tanto predecir el futuro, sino reflejar
el presente y reflejar lo que es estar en una relación. Encontrarse en un
momento, gustarse, entrar en una relación, querer estar juntos todo el tiempo,
armar una vida el uno con el otro y luego crecer cada uno como personas,
perderse y preguntarse si se pueden encontrar en estas nuevas formas que han
adquirido, o si es hora de terminarlo. Todo esto se refleja en una historia que
puede sonar absurda y que critica a la humanidad por estar tan enlazada con las
tecnologías que van saliendo, pero que al mismo tiempo celebra lo que es ser
humano. Lo que es sentir, lo que es buscar compañía y lo que es expresar ese
cariño que se puede tener por otros seres humanos (o en el caso del trabajo de
Theodore, contratar a alguien que lo haga por nosotros). Estas relaciones
cambian, así como las posibilidades en nuestro mundo, las tecnologías, nuestras
maneras de hablar, de expresarnos y de encontrar el amor van a seguir
cambiando. Eso puede dar miedo, pero también puede ser algo hermoso.
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