martes, 4 de febrero de 2014

"Soy tuya y no soy tuya" Her

No hay nada más constante que el cambio. Con el paso del tiempo, todo va cambiando. La tecnología, nuestra manera de hablar, nuestra manera de percibir el mundo y hasta la manera que nos relacionamos. Nosotros como humanos cambiamos a lo largo de nuestras vidas. Entendemos el mundo de manera diferente con el paso de los años y con cada acontecimiento en nuestras aventuras personales, cosa que se vuelve un obstáculo en las relaciones. Cuando te enamoras de alguien, te enamoras de una persona, pero lo difícil es que dos personas no cambian de la misma manera y cuando uno menos se da cuenta, la otra persona ya no es la persona de quién se enamoró. Es difícil que dos personas evolucionen juntos, en especial cuando una de esas dos personas no tiene cuerpo. Sí, eso suena raro, pero Spike Jonze explora estos temas con la historia de un hombre y su relación con su sistema operativo, pero uno que hace más que obedecer las órdenes de su amo y leer de una computadora. Jonze se imagina un futuro en el que la tecnología ha llegado a un lugar en la que una inteligencia artificial puede parecerse a la inteligencia humana, y junto con eso explora cada posibilidad que viene con una relación como esta, la mayoría de ellas un espejo hacia las relaciones entre humanos.
Theodore Twombly (Joaquin Phoenix), es un escritor que lleva una vida solitaria desde que se separó de su esposa Catherine (Rooney Mara) y se siente perdido en el mundo de las relaciones humanas. Como todos en este futuro, tiene un sistema operativo que le organiza toda su vida, pero él quiere a alguien con quien platicar y quien compartirla. Por eso compra un nuevo sistema operativo que cuando lo programa, sale Samantha (voz de Scarlett Johansson). Ella es chistosa, comprensiva, puede leer todo en un segundo y le da curiosidad el mundo a su alrededor. Ella es justo lo que Theodore había estado buscando, excepto que es una voz en una computadora que no puede tocar. Aún así, empiezan una relación que se vuelve cada vez más complicada cuando Samantha va descubriendo lo que puede hacer cuando uno no está atado al tiempo y el espacio como el resto de nosotros. Suena aterrador, pero el futuro que vemos en esta historia no es muy lejano. Ya nos comunicamos a través de máquinas más de lo que queremos admitir y si resulta que esas máquinas pueden hablar con nosotros como nos habla un ser humano y no hay que salir a buscar un ser humano, pues, puede resultar más fácil.
Aunque este es su primer guión completamente original, como director Spike Jonze ya ha explorado mundos diferentes y algo absurdos que nos reflejan algo del mundo en el que vivimos con dos colaboraciones con el guionista Charlie Kaufman y una adaptación de Where the Wild Things Are. Aquí se ve que aprendió mucho de Charlie Kaufman, ya que aunque se nota que estamos en un mundo futurista, es un mundo no muy lejano al nuestro. Se parece a nuestros tiempos con unos cuantos avances de tecnología y de diseño sin que subraye demasiado el hecho que estamos en el futuro. El tono es uno de melancolía, de explorar emociones complejas en nuestros personajes, pero siempre asegurándose que esas emociones se sientan reales (incluso las de la misma Samantha).  La película hasta encuentra momentos para burlarse de su propio tono melancólico (hay una escena cuando Theodore pide que su aparato toque una canción melancólica) y se divierte con algunos de sus inventos (hay un videojuego que se juega en tercera dimensión y el jugador interactúa directamente con él, cosa que lleva a unos momentos muy chistosos). Jonze se gana estos momentos, porque trata su concepto con sinceridad e invita al público a sentir con ellos.
Mucho de esto se debe a la increíble actuación de Joaquin Phoenix, un actor que constantemente logra una precisión de personajes y tiene la labor de cargar esta cinta por sí solo (ya que se la pasa interactuando con una voz). Theodore es una persona algo triste, pero se ve de dónde saca su felicidad y su sentido del humor y por eso abordamos este viaje con él. También impresionante, con su pura voz, es Scarlett Johansson. Dato curioso, Johansson reemplazó a otra actriz que ya había grabado el papel completo y hasta había trabajado con Phoenix, pero a la hora de la hora Jonze se dio cuenta que necesitaba una voz más cálida y Johansson re-grabó todo. Entonces es impresionante la química que estos dos proyectan, porque literalmente nunca trabajaron juntos durante la producción, pero en la voz de Johansson oímos las complejidades que va adquiriendo este sistema operativo, como va armando su sentido del humor y descubriendo el mundo como si fuera niña, aún más allá de lo que lo puede descubrir un ser humano. Otra increíble presencia es la de Amy Adams interpretando a Amy, la mejor amiga de Theodore y la única persona que lo conoce y entiende mejor que nadie. La química que comparten es muy relajada, una que nos hace creer que no podría suceder nada romántico entre ellos, pero también que no podrían funcionar si no se tuvieran.

¿Cuánto de esto podría suceder? ¿Será que un día las computadoras sean tan sensibles y cariñosas que puedan parecer así de humanas? Quién sabe, pero a Jonze no le interesa tanto predecir el futuro, sino reflejar el presente y reflejar lo que es estar en una relación. Encontrarse en un momento, gustarse, entrar en una relación, querer estar juntos todo el tiempo, armar una vida el uno con el otro y luego crecer cada uno como personas, perderse y preguntarse si se pueden encontrar en estas nuevas formas que han adquirido, o si es hora de terminarlo. Todo esto se refleja en una historia que puede sonar absurda y que critica a la humanidad por estar tan enlazada con las tecnologías que van saliendo, pero que al mismo tiempo celebra lo que es ser humano. Lo que es sentir, lo que es buscar compañía y lo que es expresar ese cariño que se puede tener por otros seres humanos (o en el caso del trabajo de Theodore, contratar a alguien que lo haga por nosotros). Estas relaciones cambian, así como las posibilidades en nuestro mundo, las tecnologías, nuestras maneras de hablar, de expresarnos y de encontrar el amor van a seguir cambiando. Eso puede dar miedo, pero también puede ser algo hermoso.


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