lunes, 10 de febrero de 2014

"Sigo viviendo aquí..." Dallas Buyers Club

¿Por qué es tan frágil el cuerpo? Seguro eso es algo que nos preguntamos todos, ya que en lo que tratamos de vivir este tiempo que tenemos en la Tierra, tenemos cosas que se nos interponen y entre ellas están las enfermedades. Algunas nos mantienen en la cama unos días en lo que nos recuperamos, mientras que otras amenazan (y luego logran) sacarnos de este mundo antes de tiempo. Una de las enfermedades que más ha asustado a la sociedad (por lo menos en los últimos 30-40 años) es el Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida (SIDA). Esta enfermedad empezó a surgir a finales de los años 70 y hubo una época en la que se pensaba que solamente atacaba a los homosexuales (dándole a mucha gente otra razón para discriminarlos). En esta cinta, nos cuentan la historia de uno de esos que pensó que el SIDA era solamente para los homosexuales, hasta que él mismo adquirió la enfermedad y en esta cinta dirigida por Jean-Marc Valée (aunque la verdad no tiene una clara voz de director) vemos lo que este hombre, este ignorante vaquero de Texas, hizo al respecto.
Ron Woodroof (Matthew McConaughey) es un electricista de Dallas que se la pasa apostando en el rodeo (y a veces montando toros el mismo) y se la pasa tomando drogas y cogiendo de la manera más despreocupada. Es homofóbico y se cree invensible, pero está bien delgado y no deja de toser. Cuando un accidente lo pone en el hospital, sus doctores le detectan el virus del VIH y le dicen que con la manera que ha estado viviendo su vida, le aproximan unos 30 días para vivir. Uno pensaría que esto detendría a cualquier hombre, pero no a este hombre. Él encuentra a un doctor en México que le da unas medicinas que aunque no le quitan la enfermedad, hacen que se sienta mejor. Estas medicinas no han sido aprobadas en los Estados Unidos, pero Woodroof encuentra una manera de ayudar a más gente y ganar algo de dinero, estableciendo lo que llaman un “Buyers Club”. Se venden membrecías para regalar medicinas (así no estás vendiendo las medicinas, nada más las membrecías). Woodroof hace equipo con Rayon (Jared Leto), un trasvesti que está participando en las pruebas del AZT (en ese entonces apenas se estaban probando) y ponen el club en marcha, pero cuando el AZT es puesto en el mercado, el club está en problemas.
Es una historia muy interesante, pero voy a ir directo al grano. La película es, primero que nada, un vehículo para Matthew McConaughey, un actor que le ha dado una vuelta impresionante a su carrera en los últimos dos años. Se nota que bajó casi 20 kilos para el papel, pero McConaughey no se apoya en eso. Él lo mezcla con ese carisma y esa naturalidad tejana que le da al papel, creando un hombre que es, siendo franco, muy desagradable, pero poco a poco revelando su alma aunque nunca deja de ser quién es. McConaughey sería la única razón para ver esta película si no fuera por Jared Leto, que impresiona en un papel que resulta ser el complemento perfecto para Woodroof. Rayon es igual de terco, igual de orgulloso, muy marcado en su identidad, solo que su identidad es femenina. Leto tiene los tics de un trasvesti bien aprendidos y los usa, pero dentro de eso crea a un personaje que está luchando por mantener su chispa de vida, pero poco a poco la va perdiendo. Las escenas entre estos dos, sean sus desacuerdos o sus momentos más íntimos, son lo que más divierten. Si nadie más logra destacar es porque nadie más tiene un personaje tan jugoso como estos dos. Jennifer Garner hace lo que puede interpretando a una doctora que es parte alma compasiva, parte una mujer agradable para que McConaughey coquetee (que es su especialidad).
Fuera de eso, la película no es mala, pero siento que si no fuera por el tema y las dos actuaciones principales, no tendría mucho a su favor. El guión en particular es problemático, ya que la historia que está contando no se presta mucho para el drama y el guión no hace lo suficiente para compensar por eso. Acaba siendo más un estudio de personaje, pero con un tema como éste le hace falta algo. Tampoco ayuda que en momentos claves, particularmente en el último acto, se siente como una serie de eventos y no una historia que va creciendo. Es una historia que supuestamente afirma la vida, el deseo de querer estar, así como el miedo a la muerte que se siente más cercana para estos personajes que estamos viendo, pero la película no parece estar lo suficientemente comprometida a este mensaje. Simplemente lo dice y luego le da espacio a McConaughey para que se luzca en escenas hechas para su carisma, y lo demás simplemente parece estar ahí para mover la trama. La parte médica con las pruebas del AZT y los problemas que surgen de esa medicina podrían haber sido más interesantes, pero como los personajes que habitan esa parte de la historia son tan blandos, resulta no ser muy interesante.

Es una película que me hubiera gustado que fuera mejor, porque sí hay mucho aquí que vale la pena. La escena cuando Raymond se viste con ropa de hombre para ver a su padre, esa es una escena que me parte el corazón, ya que nos dice suficiente de esa relación con ese gesto. También la escena cuando Woodroof y Rayon se conocen es magnífica. Todo lo que tiene que ver con el Buyers Club y lo que le dé a McConaughey y Leto la oportunidad de mostrar lo que saben hacer (uno siendo una estrella de cine, el otro un camaleón de la actuación) vale la pena verlo. Más que nada, es una película que nos muestra todo lo que se nos puede poner en el camino de la vida. Todas las reglas que hay que seguir, todas las agencias que ponen límites a las cosas que se pueden consumir aún cuando pueden ayudar (en una escena, un juez dice que la ley tiende a carecer de sentido común, aunque suena más a la voz de un guionista que la de un juez), los excesos que nos llevan a sentirnos mal y las mismas enfermedades. Aún así, la vida es para vivirla y aunque no somos invencibles, lo mejor es que en el tiempo que estamos aquí, hay que sentir que lo somos. Woodroof vivió siete años más de lo que le dijeron que iba a vivir. Eso lo dice todo.


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