miércoles, 25 de septiembre de 2013

"Estuvo perfecto": Black Swan

Todo artista sufre por su arte. Vivir del arte es difícil, aún cuando uno está teniendo éxito y recibiendo las oportunidades más importantes de su carrera. Un escritor sufre con sus palabras y luego busca a alguien que las admire. Un actor sufre al encontrar un personaje en su interior y una bailarina sufre con las demandas físicas e interpretativas de su trabajo. Si un artista sufre por su trabajo, ¿por qué se dedica al arte? Esta cinta de Darren Arronofsky no pretende responder esa pregunta, sino más bien evaluar la psicosis de una bailarina en su lucha por obtener la perfección cuando le dan uno de los papeles más legendarios del mundo del baile: el Cisne Blanco y el Cisne Negro en El Lago de los Cisnes. Un papel que requiere la bailarina encuentre su lado blanco y su lado negro, y la búsqueda de este segundo lado es más de lo que esta bailarina puede aguantar.
Nina Sayres (Natalie Portman, en el papel que le otorgó un Óscar) es una bailarina en una compañía de ballet en Nueva York que lleva 4 años bailando y perfeccionando su técnica. La temporada está por abrir y el director Thomas Leroy (Vincent Cassel) anuncia que abrirán la temporada con El Lago de los Cisnes, pero que su versión será más visceral, más sensual, y él busca a la bailarina que pueda bailar ambos papeles, el Cisne Blanco y el Cisne Negro. Nina es perfecta para el Cisne Blanco, pero tiene tanto control de sí misma que no se atreve a perderse en el papel del Cisne Negro. Aún así, Thomas le da el papel y le otorga el reto de encontrar ese lado oscuro y seductor. El viaje se vuelve aún más complicada con la aparición de Lily (Mila Kunis) una bailarina de San Francisco que es más espontánea y segura de sí misma, perfecta para el Cisne Negro y Nina empieza a temer que ella le quiere quitar el papel. A través de esta búsqueda de su lado salvaje, Nina siente que está perdiendo el control de su vida, e incluso su mente.
La película no es sutil y a veces esto le afecta, ya que muchos de los diálogos se vuelven demasiado obvios. El guion quiere asegurarse que el público entienda que Nina es perfecta para el Cisne Blanco y no para el Negro, cosa que repiten una y otra vez. Los personajes no son tan complejos como uno querría, ya que cada uno es definido por una característica muy clara. Lo que ayuda a que estos diálogos no estorben a la película es que los actores están tan comprometidos con sus personajes que sacan lo mejor de sí y aunque pueden llegar a ser actuaciones más estilizadas, pertenecen a este mundo que están creando. Esto es lo mejor que hemos visto de Natalie Portman, una actriz que ha mostrado su lado sensual y su lado más controlado, en esta actuación llega a lucir ambas. Nina es prácticamente una niña pasando por una adolescencia tardía y Portman, una actriz que la audiencia ha conocida desde que ella misma era niña, logra transmitir esa frialdad e inocencia de una niña apasionada que simplemente quiere que todo le salga bien, en lo que lucha con este lado más maduro que le dice que es hora de soltarse y bailar como si nada la estuviera manejando.
Como Lily, Mila Kunis exhibe esta confianza necesaria para el Cisne Negro seductor. El reto que tiene Kunis es interpretar a un personaje y la proyección de las fantasías aterrorizantes de nuestra protagonista, cosa que Kunis logra hacer sin que se vea mucho esfuerzo. Le sale muy natural ambos lados de su actuación. También destaca Barbara Hershey en el papel de la mamá de Nina, una ex-bailarina que abandonó su carrera al tener a su hija y ahora está dedicada a que su hija se mantenga perfecta, cosa que vuelve cada vez más difícil con lo que su hija se está convirtiendo. Además de las actuaciones destaca la dirección de Arronofsky, un director que es conocida por penetrar los lados más oscuros del ser humano, en particular esos humanos que sacrifican sus cuerpos para lo que hacen. Arronofsky nos enseña cada aspecto de la vida de una bailarina, destacando en las escenas en los camerinos y en las que está Nina sola en su cuarto, mirando su cuerpo, tratando de esconder moretones y desgastes de la piel para poder seguir bailando. La fotografía de Matthew Libatique balancea un look terrenal, como de película hecha en casa, con un look que parece más surreal. Es increíble que Arronofsky y Libatique hayan encontrado un balance tan perfecto que ni se nota cuando hacen la transición. También destaca la suculenta banda sonora que mezcla partituras originales de Clint Mansell con la música de Tchaikovsky para El Lago de los Cisnes (hay una razón por la que ese ballet es un clásico).   

Sacar el lado oscuro de alguien no es algo fácil y esta cinta nos muestra como una mujer sufre para encontrarlo a través de alucinaciones, conversaciones francas acerca del erotismo (en una escena, el director le pregunta directamente a otro bailarín acerca de Nina “en serio, ¿te la cogerías?”). Es un viaje doloroso que acaba valiendo la pena para ver ese baile del final, cuando esta mujer fría por fin descubre su lado oscuro y acepta las consecuencias para poder bailar ese último baile y dejar esa obra maestra en este mundo. Es el baile que ha querido bailar toda su vida y el público acaba agotado, pero satisfecho. Esto es lo que hace un artista con su arte. Sufre por él, se esfuerza para obtener lo que siempre quiso y luego se esfuerza para sacar lo mejor de sí, sea escribir un libro, componer una canción, actuar o bailar, lo que acaba valiendo la pena es el sentimiento de que todo ese sufrimiento, todo ese esfuerzo lleva a algo hermoso, especial y algunos dirían que hasta perfecto. 

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