
La película destaca por ser de las primeras grandes
producciones a color. La secuencia inicial en Kansas es en blanco y negro (más
bien sepia, una técnica usada para que el blanco y negro sea más cálido).
Cuando el tornado se lleva la casa y ella aterriza en la Tierra de Oz, abre la
puerta y todo está a color. Justo por esto, las zapatillas que en el libro se
supone que son de color plateado, fueron cambiadas al color rubí para
aprovechar la técnica de color que estaban usando. Hoy en día estamos tan
acostumbrados al color que lo tomamos por sentado, pero en esta película se
nota que el color juega un papel tan importante en la historia, que haberlo
hecho todo en blanco y negro le hubiera quitado mucho a la historia, desde el
camino color amarillo, a la Ciudad Esmeralda donde todo se ve verde, un caballo
que va cambiando de color cada vez que se mueve, lo verde de la piel de la
Bruja Mala del Oeste, cada uso de color es tan exagerado y tan brillante que
mete a la audiencia dentro de este mundo que parece solo poder existir en
sueños. La artificialidad de este mundo le permite muchas libertades a esta
película de poder hacer cosas que uno no se creería en ningún otro lugar,
particularmente en una época en la que no se tenían los efectos especiales de
ahora . En contraste al mundo de Oz, el mundo real de Dorothy está
pintando en un blanco-y-negro que se aproxima un poco al café, cosa que le da
un sentimiento más acogedor, más hogareño, algo que se siente cómodo a
diferencia de los colores tan brillantes del mundo de Oz. Oz es emocionante. Es
nuevo, es grande, es un lugar al que uno va para una aventura, pero al final
“No hay lugar como el hogar”. Ese es el mensaje de esta historia, que sin
importar a dónde vayas, siempre es bueno tener un lugar conocido y acogedor al
que regresar. Un lugar que se llama el hogar y aunque quieras abandonarlo una
temporada para descubrir otros lugares, al final del día no hay nada como estar
en tu cama, en un lugar donde uno se siente seguro y querido por la gente que
lo habita.
Judy Garland no era una niña de 12 años cuando hizo esta
película y se nota. Está muy alta, y no tiene la cara de una niña (sí, la cara
se le ve joven, hasta infantil, pero seguro nadie cree que tiene 12 años cuando
la ve). Al final del día eso no importa, porque Judy Garland tiene el carisma
de una estrella y lo aplica a esa ingenuidad que tiene Dorothy acerca del mundo
que le rodea. Garland además se luce mucho en los números musicales,
incorporándose perfectamente a lo ridículo que es que estos personajes de
repente empiecen a cantar. Su actuación en general es algo tiesa,
particularmente cuando le dan discursos largos, pero por lo general se acopla
bien al papel. La película nunca esconde que los personajes de Oz son gente
con disfraces y maquillados, particularmente el león. Estos días, el león sería
un personaje digital que se pudiera mover como un león, pero como esa
tecnología no existía en ese entonces (y como probablemente es muy difícil
entrenar a un león para que parezca cobarde), el León es un actor con disfraz
de león que camina en dos patas y la cara maquillada. Aún así, Burt Lahr que
interpreta a este personaje se roba la película en cuanto aparece por estar tan
comprometido al personaje, un animal que sabe que debería ser más feroz de lo
que es. También hace muy buen equipo con Ray Bolger (el Espantapajaros) y Jack
Haley (el Hombre de Hojalata), dos personajes que tampoco esconden que son
humanos maquillados en disfraces (aunque el hecho que estos se mueven como se
moverían si un espantapájaros o un hombre de hojalata se moverían, no requiere
un salto tan grande de credibilidad). Margaret Hamilton interpreta el papel icónico de la Bruja
Mala del Oeste,
una bruja de nariz y sombrero puntiagudo, piel verde, vestida de negro y que vuela en una escoba. Hamilton trata a este personaje con cierto sentido del humor, sabiendo que todo lo que está a su alrededor es ridículo, pero divirtiéndose y mostrando una cierta amenaza encantadora. Es de esas villanas que al público le encanta odiar. Es tan divertida verla que hasta uno sale con su propia carcajada. Billie Burke también lleva a Glinda a extremos exagerados con su bondad, tanto que hasta llega a asustar lo bondadosa que es.

Esta es una película de una época en la que el cine no se
tenía que ver tan real. Cuando todavía se estaba experimentando con sets, con
maneras de interpretar cosas que eran difíciles de interpretar en la vida real,
y en este caso con colores, en un momento en el que tenían que ser más
creativos en el cine y por eso, hay cosas que se ven en esta película que no se
aceptarían en películas contemporáneas. Probablemente nadie aceptaría un actor vestido
de león como el león, ni esos sets que obviamente se ven de cartón, pero no
importa porque ese es el mundo de esta película, un mundo que quizás no sea real,
pero el cine nos invita a jugar en él un rato y deja que la imaginación llene
lo que los realizadores no pudieron incluir. Podemos imaginar que está actriz
que ya casi cumplía 18 años es una niña, que estos hombres maquillados en serio
son un Espantapájaros, un León, un Hombre de Hojalata y que esa mujer de piel
verde es una Bruja volando una escoba.