
¿Qué es una familia? Parece una pregunta sencilla, ya que tradicionalmente una familia se refiere a un grupo de personas que son unidas por sangre o matrimonio. Los ingredientes típicos son una madre, un padre, uno que otro hermano y tal vez una mascota (eso es sin incluir a todos los tíos, primos y abuelos, pero esos no acostumbran vivir en la misma casa). Esa definición pasa por cambios drásticos cuando se incluyen divorcios, parejas que nunca se casaron e hijos abandonados o dados en adopción que tienen que buscar otras personas con las que puedan armar una familia. Esto le sucedió a Claudia Sainte-Luce y en su película semi-autobiográfica Los Insólitos Peces-Gato cuenta la historia de cómo fue “adoptada” por una familia que la necesitaba tanto como ella necesitaba una familia. Claudia (Ximena Ayala) es una joven huérfana que lleva una vida solitaria. En los primeros minutos de la película vemos lo que es su vida y no hay ningún diálogo. Su vida es silenciosa. No tiene con quién hablar y ni siquiera tiene a alguien que la puede llevar al hospital cuando se le empieza a inflar el apéndice.
En el hospital conoce a Marta (Lisa Owen), una madre de cuatro hijos que tiene SIDA. Marta sabe que no le queda mucho tiempo y está dispuesta a vivir cada día como si fuera su último y por eso se abre a cualquier cosa, incluyendo esta curiosa joven que no tiene a nadie en su vida. La invita a comer a su casa cuando ambas salen del hospital y de ahí, Claudia se va involucrando cada vez más en la vida de Marta y sus cuatro hijos. Su hija mayor Alejandra (Sonia Franco) siente que tiene el peso de toda la familia en sus hombros y le gustaría tener más tiempo para conseguir un novio. La segunda hija Wendy (Wendy Guillén, interpretando una versión de sí misma) se siente invisible, aunque rechaza casi cualquier oportunidad de ser vista como responsable ante su familia. Mariana (Andrea Baeza), la hija más chica, tiene 13 años y entierra sus miedos e inseguridades con las hormonas que vienen con la entrada a la adolescencia. Armando (Alejandro Ramirez-Muñoz) el más chico y el único hombre es el que muestra más el miedo que tiene de perder a su mamá, además que tiene una fascinación muy especial por Claudia.

Es una película de poca trama y casi no tiene giros dramáticos (la enfermedad de Marta se encarga de la mayoría de esos) y por eso es llevada por los personajes. En una película, si los personajes son dinámicos e interesantes, ya tiene el hilo conductor necesario para guiar a la audiencia de momento a momento. Esta familia no es perfecta. Estos hijos pueden llegar a ser egoístas y se pelean más de lo que se abrazan, pero la directora y sus actores logran armar un ambiente en el que se ve que estos personajes llevan conociéndose la mayoría de sus vidas. Se conocen mejor que nadie, así que saben qué les va a hacer reír y qué les va a hacer enojar. Claudia, de cierta manera, está en el lugar de la audiencia, ya que ella está descubriendo a esta familia y encontrando lo que le atrae de estar vinculada con esta gente rara, pero Ximena Ayala logra que ella sea un personaje interesante por sí sola. El guión no nos dice mucho de ella, ya que es callada y se resiste a mostrar sus sentimientos, pero gracias a Ayala vemos en ella una joven que desconfía del mundo y que está acostumbrada a hacer todo por sí sola.
Estos personajes son enriquecidos por los detalles que envuelven su mundo, como su casa y su coche, que se vuelven otro personaje en la historia. La casa es chica, muy apretada para el número de gente que vive en ella y constantemente alimenta el caos en el que viven estos personajes. Su coche es un mini-Volkswagen amarillo en el que caben como en una lata de sardinas. Estos detalles logran, sin tener que ser explícitos, destacar la situación financiera de esta familia que obviamente no es muy buena (dándole una preocupación más al público por esta gente), pero también resulta ser una metáfora de lo unida que es esta familia, aunque no sea por decisión. Están juntos en la misma pecera y es una pecera de la que se quieren escapar de vez en cuando, pero están juntos en ella y tienen que hacer lo mejor que pueden. Esta metáfora se visualiza a través de la película con una pecera que tiene Armando en su cuarto en la que vemos el título que aparentemente no tiene nada que ver con la historia (nunca vemos un pez gato), pero a la vez tiene todo que ver.

Entonces, regresando a la pregunta, ¿qué es una familia? Uno suele pensar en una familia como algo que le sucede y no algo que puede escoger. Uno no escoge a sus padres, ni a sus hermanos, ni a ninguna de esta gente loca que habita su mundo inmediato. Nadie escoge con quién comparte la sangre, pero vamos aprendiendo que una familia no tiene porqué limitarse a eso. Una familia es la gente con la que uno más cuenta. La gente que apoya de cualquier manera necesaria a los miembros de esta familia. Esta gente no siempre es la gente con la que uno comparte lazos sanguíneos y si no puede ser esa gente, no significa que uno debe pasar toda su vida sin una familia. La familia se puede escoger. Se puede armar de partes que uno va encontrando en el camino y se puede adaptar a cualquier modelo que uno vea necesario. Claudia encontró a una familia cuando ya no pensaba que necesitaba una y encontró en ella todo lo que no se había dado cuenta que quería: gente con quién compartir su existencia y una razón para seguir adelante.